La historia la escriben los vencedores, pero si leemos la Biblia vemos que su gloria es ser la historia de los perdedores. En sus páginas no se oculta la vileza, debilidad, obstinación y demás faltas de la humanidad, sino que se explican detalladamente cada una de ellas.
A diferencia de los dioses de otras culturas que buscaban al poderoso de la tierra, el Dios de los hebreos busca al débil y menospreciado para mostrarle al mundo Su gloria a través de ellos.
Cuando los dioses de la mitología adoptaban la semejanza humana lo hacían para aprovecharse de los hombres y las mujeres, pero Jesucristo se despojó de sus privilegios para habitar entre nosotros y servirnos a todos.
Y vemos al Mesías rodeado de enfermos, lisiados, prostitutas y publicanos, de hombres y mujeres del vulgo y sin letras, de la escoria de la tierra, para que todos vean que Dios no hace acepción de personas.
Porque ahí donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia para el que cree y quiere vivir diferente.
Y usa al inseguro, a la esclava, al embustero, a la extranjera, al tartamudo, a la prostituta, al sicario, a la esposa del político, al publicano, a la viuda y a muchos más para mostrar que Su amor y Su misericordia son para todos los que tienen un corazón dispuesto a recibirlo.
Nuestro Dios es el Dios del caído, del herido, del culpable, del condenado, del excluido, del que ya lo intentó todo y no funcionó nada, del que quiere pero no puede ser distinto.
¿Crees esto? Habla con Dios, lee la Biblia y descúbrelo. Solo la Verdad nos hará verdaderamente libres.
Rm. 5:20 | Mr. 10.45 | Fil. 2:6
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