Gerson Gómez
Después de echarlo a la calle le notificaron. Vía celular. Le explicaron los detalles. El respetar los 500 metros de su expareja. Todo en tribunales. Le llamaba cada cierto tiempo. Tanta soberbia para tan pequeña imagen. De tan mala fe, le fueron vendiendo su menaje. Así llegó el nuevo inquilino. Para alguien necesitada de amor, el narcisista enamorado del verbo. Lo declararon ante la comunidad como un agresor. Violento, peligroso y hasta con tendencias de homicida. En el segundo año de litigio, los argumentos y el tiempo perdido, ya le produjeron toda clase de nimiedades. Desde pasar team calor a frío. Al igual al extrañamiento de su hijo, las mascotas. A quienes adoptó como extensión de la familia. Las conversaciones en el patio, los cariños y hasta las llamadas de atención. Sus felinas asentadas en la ausencia de la voz. Por redes sociales se enteró del fallecimiento natural de la mayor. De su preferida, la más pequeña, la envenenaron los vecinos confundiéndola con un roedor. Cada incidente legal le ha costado bilis. La justicia, como siempre pierde el tiempo en formular códigos, castigos y jurisprudencia, aceptó incluir en las separaciones a los animales con personalidad, para pasar días al cuidado. Desde ya medita si será oportuno litigar el incidente sobre el hijo y la felina superviviente. O solo pasar, como lo haría alguien sensato, en adoptar un cachorro y tal vez, darse la oportunidad, en el presente, de equivocarse de nuevo. sonico2@hotmail.com