Gerson Gómez
Pasaron de la educación inicial a la secundaria. No hubo graduación. Les llamaron los niños de la pandemia. Los primeros años escondidos. En sus hogares. Poco, en el decir, de nada, el aprendizaje de quédate en casa. Ni la Secretaría de Educación Federal mucho menos la estatal estuvo preparado para la magnitud del suceso. Improvisaron horas de jornadas matutinas, vespertinas y hasta nocturnas. Todo con tal de reforzar el conocimiento. Complementaron las experiencias con videos eternos. Sin sentido. Toda esa generación de aspirantes a bachilleres carece de las habilidades científicas y de formación. Apenas les dieron repaso o pagaron por asesorías. Las guías para el desastre no racional. Aprender a cuentagotas. A marchas forzadas. Los temas y casi hasta las respuestas están calcados a las oficiales de la UANL. Negocios sin resultados no deja buenos dividendos. Es la ley de la oferta y la demanda. En ciclo de la primaria y la secundaria, por órdenes del gobierno del estado, está por concluir. Carece de sentido mantenerlos en sumisión. Para cumplir con la obligación de los 200 días efectivos. La llegada del verano, la canícula y las olas de calor, en edificios vandalizados, donde los vecinos saben quiénes son los sustractores del cableado, las computadoras y hasta los aparatos de clima artificial. Adiós a los niños de la diáspora. Hola a los jóvenes del no hay mañana. El futuro fue ayer. Hoy solo nos toca recoger los fragmentos de un mundo, de un país, de un estado, en llamas.
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