Gerson Gómez
Repiten hasta la saciedad el discurso optimista. Hablan de sus antecesores como generación de víboras.
No saben distinguir el factor tiempo. Los mismos reflectores de los fotoperiodistas. Encuentran las cuadraturas a los círculos. El adjetivo simple, la corrosión de sus contradicciones.
Los tecnócratas se comieron a los políticos revolucionarios. Los juniors desplazaron a los educados por la escuela de Chicago. Los de sonrisa de anuncio dental, con varios doctorados fantasmas, se ensañaron con todos, hasta con sus mentores.
Ahora piensan, si se le puede llamar al acto de rapiña, en los escenarios de la continuidad. De permanecer en sus puestos o jugar en el escalafón.
La guía es la política o el dinero. Sus equipos no son de trabajo, sino asociados de los negocios fabulosos.
Primero derriban para corregir a la naturaleza. Luego planean mesas de trabajo para discutir si continuar adelante.
Sucede en Coahuila, Baja California, Sonora, Jalisco, en la Ciudad de México, Quintana Roo y Nuevo León.
Patadas de ahogado en un vaso de agua. Sus monólogos resultan tan soporíferos, tan desangelados, como sus redes sociales.
La temporada, para la venta de espejismos, nos deja a los periodistas mucha materia de investigación. De continuar la huella del dinero público.
Debemos desenmascarar a toda esta parvada de periquitos lisonjeros. Antes del 2024. Cuando vuelvan a la calle a pedir el voto. De rostro mustio, servicial y whitemexican.
Si nos ayudamos, al hacer comunidad, les vamos a demostrar el peso de nuestra indignación.
Para ya vamos.