mié. Sep 18th, 2024


Óscar Tamez Rodríguez
Durante la semana han caído algunos chaparrones que atemperan la crisis por falta de agua que se vive en Nuevo León.
Lo que nos ha llovido y lo que puede llover en el fin de semana es equivalente a un trago de agua para un caminante en el desierto. Alivia el momento pero no salva.
La crisis que se vive debe atenderse en forma integral, no se resuelve abriendo más llaves, así sean de El Cuchillo o trayendo agua del mar o El Pánuco. La ciudad metropolitana se convierte día a día en un barril sin fondo, ese es el problema de raíz.
Hemos crecido sin control en los recientes 50 años. El Monterrey pueblerino, el rancho grande como nosotros apodábamos a la urbe, ha quedado atrás, somos una ciudad cosmopolita, pluricultural, integrada por una generación que desconoce los orígenes en la cultura del esfuerzo y sacrificio que distinguieron a las generaciones pasadas.
Reclamamos agua como si fuera por decreto que los gobernantes pudieran surtir las llaves, los políticos aprovechan para sacar raja de la crisis, sin embargo, la realidad es que no hay líquido que alcance para los habitantes fijos, más la población flotante que a diario demandamos agua en las llaves.
Con datos recientes del INEGI, Nuevo León tiene a su población casi totalmente concentrada en zonas urbanas, el 96% vivimos en alguna de ellas, sea en la cosmopolita ciudad metropolitana o en los municipios rurales que tienen sus propias áreas urbanas, como lo son Linares, Sabinas o Montemorelos, por citar.
El dato es revelador, al vivir en una urbe, el agua que se consume surge de una llave o toma de agua, diferente a la población que radica en el campo y se abastecen de pozos o aljibes.
A la llave le surte de agua una presa o pozo de agua, ambos alimentadores son finitos, ese es el origen del problema, no somos una región de abundante líquido y dependemos de que se llenen nuestros vasos, sean presas o mantos subterráneos.
La crisis del agua no se resolverá a menos que llegue un milagro. La expresión no es de tintes religiosos sino un término que refleja lo imposible de solucionar en el resto del año y el próximo 2024.
La metrópoli regia tenía en 1995 una superficie estimada de 30 kilómetros hacia el norte y otro tanto de poniente a oriente, en la actualidad esa distancia se duplicó, con el natural incremento poblacional que pasó de 3,100,000 a 5,400,000; más de 2 millones de personas sin un vaso nuevo de donde tomar el agua.
La primera respuesta a la crisis pareciera ser el abrir nuevos conductos de El Cuchillo a la ciudad, pero ese vaso también es limitado, actualmente tiene medio embalse porque se le extrae moderadamente, al sacarle cuatro veces más, también se agotará cuatro veces más rápido, ¿no es algo lógico?
Las siguientes respuestas son traer el agua de donde la exista, pero tampoco se resuelve la crisis, además que es un remedio a largo, muy largo plazo.
La solución integral demanda contener el crecimiento de la mancha urbana, tanto en lo horizontal como lo vertical. Disminuir el ensanchamiento de la ciudad que obliga a llevar agua a distancias mayores o a surtir el líquido para miles de personas en sitios planeados para cientos de ellas.
Nuestras presas están agónicas, les falta desazolve e históricamente se llenan con los huracanes o los grandes aguaceros monzónicos, ese tiempo se agota. Aunque se llenaran, su capacidad es menor a la proyectada por el azolve que tienen, por lo tanto, es menor el líquido que guardan y menor su respuesta ante la extracción.
Llega la lluvia y disfrutemos el paliativo, la enfermedad es crónica y demanda grandes remedios.

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