sáb. Dic 21st, 2024

Gerson Gómez Salas

Viajaron toda la noche. Desde el estado de México. Lo suyo es la fe católica. Las tradiciones de los santos en las ciudades medianas y grandes.

Ofrecen entretenimiento, alimentos y triquiñuelas. Premios imposibles de sumar.

A los devotos de la cristiandad, la visita a los templos, donde cuelgan las frases sacramentales o las oraciones, mandas y favores obtenidos, forman parte del paisaje.

Se instalan a media calle. Interrumpen el flujo de las calles. Color, aromas y ensoñaciones de una mexicanidad cada vez menos teñida.

Familias completas van y vienen. Turnan los horarios laborales. Reposan los éxodos en las camionetas de las mercaderías. Con el permiso de la sacristía usan los sanitarios y algunos vecinos del barrio, les rentan las duchas.

Ya hicieron migas con el dormitorio. La esperanza de un buen año. Toda la semana, los feligreses reinan graneado. Las aglomeraciones, el agandalle y los despistados, comidilla de las mañanas.

Clavan el magro recurso en sus cuentas bancarias. Tampoco les gusta la intermitencia de las nuevas nomenclaturas de maleantes y cobra pisos. Los extras del municipio. Con quienes se deben reportan, incluyendo la curia pastoral.

El domingo al caer la noche, cuando ya se cierran los atrios y las filas de paseantes es nula, desconectan los diablitos en los postes de la comisión federal de electricidad.

Los toldos, las mesas, los interminables premios sin reclamar van hasta el fondo de las camionetas. El camino de regreso, por unos días, les recuerda donde pertenecen. El santoral se sigue moviendo. También la fe. Mientras el mundo da nuevos dolores de parto.

Por Admin

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