Monterrey .- Los vecinos del panteón El Carmen, han escuchado su música, un melodioso sonido que les causa un remanso de paz y a veces también tristeza.
Se trata de la leyenda de “ El Niño del Violín”, que dicen, sale de su tumba y toca entre las tumbas de este cementerio de 122 años de antigüedad ubicado al poniente, a unos metros del primer cuadro de la Ciudad de Monterrey.
Gregorio Alanís González, nacido en el poblado El Cercado, municipio de Santiago, el 17 de noviembre de 1895, hijo de Ramón Alanís Tamez y de Manuelita González, murió a los 13 años de edad el 13 de agosto de 1908.
El pequeño tenía vocación musical y con maestría ejecutaba bellísimas piezas clásicas por lo que su familia decidió comprarle un costoso violín “Stradivarius” y pronto fue conocido como el “Niño Virtuoso del Violín”.
“Hay muchas leyendas y relatos en nuestros cementerios. Una de ellas es la de “El Niño del Violín”,ahí podemos ver un sepulcro sobre el cual, se erige una escultura de mármol blanco con figura de un adolescente, sosteniendo un violín bajo su brazo izquierdo”, dice el cronista norestense, Antonio Guerrero Aguilar.
“La leyenda señala que murió por una grave enfermedad y desde entonces su espíritu ronda todas las noches por los pasillos del panteón o desde su mausoleo tocando su violín entre la 1 y 3 de mañana, para deleite de las otras ánimas que habitan en este cementerio”, explica
Guerrero quien promueve la identidad y cultura del municipio de Santa Catarina en relación con Nuevo León y el noreste de México.
De acuerdo a historiadores el pequeño Goyo murió de tuberculosis en una de las empresas de sus padres ubicada en el vecino Estado de Coahuila. “ En esos tiempos era difícil aceptar esa enfermedad y no se dió a conocer, se dijo que fue su muerte por problemas respiratorios”.
La familia habitaba por la calle Hidalgo, sede de numerosas residencias que habitaban los ricos de entonces, explica.
“Los monumentos funerarios tienen la intención de hacer presente al difunto a través de esculturas, imágenes y símbolos nos hablan de lo que son y de lo que fueron”, recuerda Guerrero Aguilar.
Solo el cariño inmensurable de sus padres para mantener vivo su recuerdo, levantaron ésta tumba; mientras ellos están en el sepulcro situado a la izquierda. Ahí está Gregorio junto a quienes le dieron vida y lloraron en la muerte temprana”.
Un vecino que tiene más de setenta años de vivir en los alrededores del cementerio avala la leyenda: “No es siempre, pero si he escuchado la música de violín en las madrugadas”.
“Le digo a mi papá que es el viento, también he escuchado la música, pero me resisto a creer que sea un fantasma”, acota su hija.