¿A qué huele tu casa esta navidad? Navidad huele a comida, a invierno, a nuevo, a dulce, a regalos, a postres, a familia.

Desafortunadamente, hay hogares en los que no huele así, porque huele a cruda realidad, a enfermedad, a luto, a violencia, a división, a soledad, a depresión y ansiedad.

Pero esta es nuestra esperanza cuando las tinieblas ciñen alrededor, que Jesús no nació ni en un palacio ni en un templo, sino en un muladar, para enseñarnos que donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.

Si has despertado hoy pensando que tu corazón es el último lugar donde puede nacer el Rey que se hizo niño para habitar entre nosotros y salvarnos ¡te equivocas! Él ha escogido lo vil y lo menospreciado, ha preferido la oscuridad para que sea la Luz y todo se ordene.

Ahí, entre el estiércol y los animales, en la soledad de la multitud que lo rechazó, nació el Salvador del mundo, para que nadie se menosprecie a sí mismo y entienda que Jesús no se asusta de la inmundicia en la que hemos estado viviendo porque no viene por los justos, sino por los pecadores para llevarlos al arrepentimiento y ofrecerles el regalo de la vida nueva.

Ahí, entre la necesidad y el hambre y la sed de justicia, comenzó a oler a pan, al pan de vida que no solo sacia el hambre sino también la sed eternamente.

Jesús nació y quiere darte la oportunidad de tu vida, usa tus propias palabras para pedirle con humildad que perdone tus pecados y sea tu Rey, tu Señor y Tu Salvador para que las cosas viejas pasen y todas sean hechas nuevas, y así tengas  una Feliz Navidad.

¿Cree esto? Hable con Dios, lea la Biblia y descúbralo.  Solo la Verdad nos hará verdaderamente libres.

Juan 6:25 | Romanos 5:20-21 | Génesis 1:1-2

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