sáb. Dic 14th, 2024


Óscar Tamez Rodríguez

Nuevo León vive su peor momento en materia de contaminación. En los recientes 60 años no hay antecedentes de lo que vivimos en materia de daño al aire, tierra y agua… ¡Aún faltan los incendios de la temporada!
Monterrey ha vivido historias de contaminación a su hábitat a lo largo de su crecimiento, sin embargo, nunca tan peligroso para la vida, incluyendo la humana, como ahora sucede.
Las crónicas de Alonso de León publicadas por Israel Cavazos Garza, describen tres grandes zonas en el suelo nuevoleonés: la del sur que es árida y delimitada por la montaña que es bella con pocas afluencias de ríos o arroyos; la segunda describe Alonso, es “fértil, abundante de pastos; muchas aguas la riegan; algunas ciénegas; tierra escombrada, llana y de provecho, con algunos montes espesos” (Alonso de León. 1649). Seguramente se refiere al valle de Extremadura y hasta llegar a algunos espacios de Coahuila. En la tercera zona “hay pocas aguas y, por consiguiente, ríos muy caudalosos y distantes. Cortos pastos; tierra salitrosa, de grandísimos y espesos arcabuzales que la hacen inhabitable…” (Idem).
Esas crónicas relatan cómo arribó el ganado que al tiempo afectaron las zonas de pastizales y se presume en algunos casos erosionaron las tierras.
El primer momento de afectación al entorno se da en el mismo proceso de descubrimiento y pacificación entre los años de 1582 y 1700, entendiendo que, dado el número de pobladores y la extensión territorial, no se reflejó como algo crítico.
Vendrá el siglo XIX acompañado del desarrollo productivo, Monterrey se convierte en punto de comercio e industria, el paso del ferrocarril en 1882 contribuyó al crecimiento económico, así industrias como la cervecera, del acero y del cemento se constituyeron en emporios que hasta el día de hoy dependen del agua y tierra de la entidad, en todos los casos con el costo de la contaminación, erosión y explotación del entorno natural.
A fines del siglo XIX y principios del XX se vive la contaminación de los ojos de agua de Santa Lucía por las tenerías situadas en las márgenes de este caudal que incluso llegaron a envenenar sus aguas.
En Santiago la textilera El Porvenir fue centro de desarrollo y empuje económico, la contaminación de las aguas por los tintes en el teñido de los hilos y telas fue excesivo, según datos del cronista oficial e historiador Daniel Montalvo, al Arroyo Dolores se le nombró “río Tintas” pues un día su agua era roja, otro amarillo, verde o azul.
El gran orgullo de Monterrey, motivo del mote de “ciudad industrial”; la fundidora de fierro y acero, representante de la pujanza plasmada en el escudo de la entidad desde 1943, con sus humeantes chimeneas rojizas dañó aguas, tierras y aire hasta el final de sus días. Hubo sitios que debieron ser descontaminados por los residuos minerales en el subsuelo.
En los años 70´s recuerdo haber asistido a un rancho en Dulces Nombres, en los límites de Apodaca, del pozo de agua surgía un olor a caño por la contaminación de las aguas negras de la ciudad que descargaban en aquella zona.
Igual en esas fechas acompañé a mi papá a una revisión por denuncia de contaminación al arroyo que pasa detrás de Pemex, de los pozos de agua surgía agua con color y aroma a algún producto surgido del petróleo.
Podemos citar industrias como PIOSA que contaminó el subsuelo y tantas otras aún vigentes, sin dejar de lado a Pemex que diario nos envenena.
Hoy respiramos veneno, consumimos aguas recicladas o tratadas, hay territorios con daños irreversibles.
¡Es urgente unir esfuerzos o seremos víctimas por contaminación!

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