Hace tiempo que no salimos de vacaciones a la playa, y cuando me sale lo poeta busco esas fotos para escribirle a mi esposo miel sobre hojuelas.

Y me he dado cuenta que es difícil (no imposible) tener desacuerdos en las vacaciones en la playa, en las vacaciones, en los tiempos de descanso; éstos vienen en la montaña, en el valle, en el tráfico de la avenida, en el final de la quincena o dentro de la propia casa.

Hubo un tiempo que edificamos nuestro hogar en la belleza de la playa, sobre la arena, y cuando vino el primer vendaval, se nos desmoronaba entre las manos y nos llovía sobre la cabeza.

Entonces decidimos reedificar sobre la Roca, y aunque no ha sido sencillo, Dios prometió que sería seguro, y lo comprobamos cuando vinieron ríos, y la casa no cayó. Nos sorprendieron los vientos y la casa permaneció. Azotaron tempestades y nuestra casa prevaleció.

Me llena de nostalgia ver las fotos en la playa, pero ha sido entre los vientos huracanados que nuestro matrimonio se ha fortalecido, que nuestras raíces se han hecho más profundas y nos hemos afianzado aún más porque nos hemos mantenido unidos, pero sobre todo, porque ya no habíamos edificado en vano, ahora el Dios que adoramos lo había hecho con nosotros.

Las fotos de la playa son para nuestras cursilerías, porque las verdaderamente importantes están siendo enfocadas por nuestros hijos todos los días y cimentando con la palabra de Dios nuestra casa.

Si el Señor no edifica la casa, de nada sirve que los edificadores se esfuercen. Si el Señor no protege la ciudad, de nada sirve que los guardias la vigilen.

¿Cree esto? Hable con Dios, lea la Biblia y descúbralo.  Solo la Verdad nos hará verdaderamente libres.

Mateo 7:24-27 | Salmos 127:1 

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