Cosas del Tony
Por: Antonio Sánchez R.
Hay lugares que se llegan a hacer famosos por muy diversos factores, que pueden ser significativos por lo regular porque la fama del lugar acarrea beneficios a quienes tienen la suerte de vivir ahí. Hay sitios que pueden también adquirir cierto renombre, pero no precisamente por situaciones positivas, sino todo lo contrario.
Los destinos turísticos se fueron cubriendo de fama gracias a las incursiones de viajeros que, tras disfrutar de la playa, el bosque o la montaña, corrieron la voz entre sus conocidos y amigos y así, poco a poco, más y más gente se sumó a esos ejércitos de turistas que dieron lustre a pequeños pueblos que se convertirían en un verdadero atractivo. La publicidad haría también lo suyo.
El Pacífico, el Mar Caribe y el Golfo de México, las sierras, los bosques, los desiertos incluso, cuentan con sitios bellos, paradisíacos, que año con año reciben a millones de turistas que acuden en busca de aventura o, simple y sencillamente, para descansar y disfrutar de unas buenas vacaciones.
Caminos y senderos hay que nos conducen a lugares soñados y, por lo regular, la gente vuelve, porque sabe que lo que va a vivir será inolvidable. Pero también hay caminos que llevan a otros sitios, a destinos que no todo mundo tiene el privilegio de conocer.
Un pequeño pueblo enclavado en el estado de Michoacán cobró fama durante varios años y hasta décadas y no precisamente porque se tratara de un destino turístico. Más bien era un lugar en el que se arreglaba el destino político de quienes acudían hasta ahí desde diferentes rumbos del país.
Jiquilpan se llama el lugar. Jiquilpan de Juárez le llaman hoy en día, pero hace unos 60 años era simple y sencillamente Jiquilpan. ¿Y por qué alcanzó tanta fama este lugar, cercano a Sahuayo y a la ribera michoacana del Lago de Chapala? Quienes hayan conocido la política mexicana de los años 40’s 50’s y 60’s del siglo pasado lo recordaran de inmediato.
Luego de que el general Lázaro Cárdenas del Río terminara su mandato como presidente, en el año de 1940, se recluyó en la casa de su familia en su pueblo natal, Jiquilpan y sólo salía de ahí en ocasiones especiales, como cuando su sucesor, el general Manuel Ávila Camacho lo nombró Secretario de Guerra y Marina para hacer frente a la problemática de la Segunda Guerra Mundial.
Después, sólo salía para acudir a eventos políticos en los que, por lo regular, evitaba los reflectores, aunque también por lo regular, los reflectores lo seguían a él, pues existía un secreto a voces que lo colocaba a él como el político con mayor influencia, pese a que él estaba fuera de la escena política. Pero…, se decía que cada tres o seis años, las filas de políticos que querían un “hueso”, podían verse desde la entrada al pueblo.
Eso era parte del chiste de la época, pero ya en la parte seria, se sabe que en cada proceso electoral, el general Lázaro Cárdenas, quien era conocido como “Tata” Lázaro, recibía los listados de candidatos de su partido a los diferentes puestos de elección popular y él era quien se encargaba de “palomear” a quienes serían finalmente postulados. Incluso se dice que hasta la oposición buscaba su consejo y recorrían “el camino de Jiquilpan”.
Desde hace algunos años, Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del general, del “Tata” Lázaro, habita aquella vieja casona de la que salieron muchos “palomeados” y volvió a cobrar vida aquello de que, para poder alcanzar el ansiado “hueso”, un buen consejo o cierta “línea”, había qué recorrer el famoso “camino de Jiquilpan”. ¿Por qué?
Bueno, pues para su información y conocimiento, no hace mucho y ya pasadas las elecciones del pasado 2 de junio, la que recorrió “el camino de Jiquilpan” fue la candidata electa a la presidencia Claudia Sheinbaum, mas no se sabe si fue a pedir consejo o a pedir línea… o ambas cosas. ¡Órale!