vie. Sep 20th, 2024

Por. Gerardo De la Garza Vargas

¿Cómo inicio la ciudad de Monterrey como tal? Hay tres nombres que hay que aprenderse: Alberto del Canto, Luis de Carvajal y de la Cueva y Diego de Montemayor. Tres hombres que a fines del siglo XVI buscaron hacer fortuna en los agrestes y desérticos terrenos del norte del entonces Virreinato de la Nueva España, hogar de diversas tribus nómadas como rayados, tigres, -de ahí que los dos emblemáticos equipos de futbol se llamen así-, huachichiles, coahuiltecos y pames.

Con “El Reino en Celo” de Mario Anteo nos adentramos en esos difíciles años en los cuales la naciente población de Ciudad de las Montañas estaba a merced de los elementos extremos  del noreste y de los ataques de los indígenas. Gente acostumbrada a la vida dura, sin lujos  ni comodidades que forjó el carácter de regiomontano actual.

En 1577 Alberto del Canto, en su exilio autoimpuesto en el calcinante desierto llega a fundar por primera vez el Nuevo Reino de León en 1577, la cual no prosperaría por la hostilidad del entorno y falta de recursos, le seguiría Luis Carvajal y de la Cueva conocido como “Don Loco de la Huasteca” en 1582 pero tampoco fructificarían sus esfuerzos debido a que fue apresado por la Inquisición por practicar la fe judía.

Sería Montemayor quien tendría el honor en ver que su fundación de 1596 evolucionaría con grandes esfuerzos de su parte y de sus habitantes, embarcándose en una aventura de crear una población que se transformaría con el correr de los años y de los siglos en la ciudad más importante del norte de los ahora Estados Unidos Mexicanos, más conocido como México de mis amores.

Diego de Montemayor y Alberto de Canto son miembros de una pandilla bautizada como “La Raza”, la cual se dedica al tráfico de indios para las encomiendas para los colonizadores que vendrían a poblar los terrenos norteños. Diego y Alberto son amigos hasta que aparece en sus vidas la mujer que lo cambia todo para siempre: Juana Porcallo de la Cerda. El primero queda prendado de sus encantos casándose con ella y el segundo se convierte en su amante. Es así como el destino de ambos hombres queda ligado para el resto de sus vidas por la culpa, el arrepentimiento, el odio y el rencor.

Se dice que Montemayor asesina a Porcallo en un arranque de celos, jurando vengar la traición y no cortar su barba y cabello hasta lograrlo. Del Canto escapó hacia San Gregorio Magno –hoy Cerralvo-, encontrándose con de la Cueva que se había autonombrado como “gobernador del Nuevo Reyno de León”. Éste último lo protegió y hasta logró una “reconciliación” con fines políticos entre los dos personajes casando a Del Canto con la hija de Montemayor que procrearía con Porcallo… desde entonces la política callaba conciencias.

Una gran novela que te narra la manera de pensar de los colonizadores del desierto que se transformaría en la filosofía trabajadora emprendedora del regiomontano que no se detiene ante nada para poder lograr sus objetivos. Lectura obligada para todo habitante de Nuevo León –y los foráneos ¿por qué no?- y del norte en general para conocer los orígenes de una sociedad y una cultura que hoy por hoy es de las más ricas, cosmopolitas y diversas de todo México.

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