Haremos realidad el sueño separatista. Bueno no. A medias. Crearemos la gran nación. Competidora contra la hegemónica China y la inaccesible Rusia.

Canadá será el estado 51 llamado Estados Unidos del Norte y México será el estado 52 conocido como Estados Unidos del Sur. Desde el Polo Norte hasta el Usumacinta. La nueva isla de piedra flotante.

En los Estados Unidos del Norte la comunidad podrá pasar por los sistemas médicos sociales gratuitos. El medicare de Estados Unidos del Centro gozará la autorización de atenderse con costo al erario del nuevo estado anexado.

Para los Estados Unidos del Sur el venga, haga socios con beneficios de leyes laxas e inexactas. Amparos de forma indefinida contra los impuestos sumarios. Antes conocidos como México, cederán el control del Golfo de México, de California y hasta de las Islas Marías, además de la secularización de PEMEX, en miles de empresas particulares, sin la regiduría del estado.

Cada nuevo descubrimiento de combustibles fósiles incrementará el producto bruto de Washington D.C.

Los separatistas norestenses tendrán la oportunidad de funcionamiento ordinario, al contar con la mayor planta de trabajadores bilingües. El costo de la jornada laboral equilibrada entre la ultima aparición del peso o del dólar canadiense, al desaparecer las monedas para utilizar una sola.

Chihuahua, granero y productor de productos menonitas. Gentrificar hasta los bosques de América del Norte. Desde las montañas la unidad religiosa del protestantismo. Hasta luego a los rescoldos del virreinato español o la corona danesa.

La gran zanja, como se conoce al Usumacinta, es tan profunda e imposible. Ni los criminales organizados se atreven a competir contra las regulaciones de Los Estados Unidos. El sueño de Lincoln se hizo polvo. El socavón histórico lo logró Donald Trump. Trudeau y Sheinbaum funcionan bajo las órdenes, deseos  y fantasías del republicano más conservador, después de Lenin, Stalin y Mao Tse Tung.