Gerson Gómez Salas
Así como los capturen. Como si fueran animales. Las familias enteras, incluirán niños, serán deportados. Aun sin especificar a México, a Canadá o a sus países de origen.
Donald Trump sugiere acortar la perdida de tiempo. De quienes realmente huyen de las falsas democracias mundiales. En San Pedro Garza García, quienes pudieron hacerlo, compraron a precio de oro, sus condiciones de relaciones sefardíes. Con eso gozan ya del pasaporte comunitario.
Poco les importa el apellido Garza, González, Silva, Leal, Tamez. Ya son europeos. Bueno no. Sino deportados de toda la Europa medieval por sus costumbres hebreas.
Eso sí, con todo y chivas.
Al tanto, nosotros, quienes no vivimos en Polanco o en Santa Fe, en Olinalá o asistimos con regularidad a la sinagoga, solo contamos con el pasaporte de mexicanos, con cita para dentro de año y medio en el consulado estadunidense.
Demostrarle al de la gorrita, como lo llama Piporro, nuestra legalidad de turista en Texas, de visita con el pariente emigrado. Comprar las baratijas en The Dólar Store y Ross. Premiar las buenas notas escolares con la ida a Six Flags en San Antonio o en Dallas.
Alimentarse en los bufetes de alimentos congelados por meses. De sabor a refrigerador, sazonado con bbq.
Nosotros los Gómez, Pérez, Hernández, Sánchez, López y comitiva acompañante, podemos ser confundidos por cualquier agente de la ley, según el siguiente presidente y el gobernador texano Abbott, en demostrar nuestro permiso de internamiento de clase turista.
Por eso nos parece ideal el gravamen en navío a los turistas, al visitar los hermosos puertos y playas de México. Ese primer paso también para deportar los ilegales americanos en el territorio nacional. Hasta de salir a la calle con sus pasaportes y permisos. Incluyendo a familias enteras comiendo en nuestros puestos de garnachas.
Dando y dando. Los pajaritos salen volando.