Cosas del Tony
Por: Antonio Sánchez R.
Hace algunos ayeres, cuando nuestro FosfoGober era legislador, se aventó la puntada de decir que se quitaba el nombre si no conseguía que, en un determinado plazo, el gobernador en turno, el famoso Jaime Rodríguez Calderón, alias “El Bronco”, renunciara a su cargo. Empezaba la segunda mitad del mandato del primer gobernador “independiente”.
Pasaron los días, los meses y los años y la mentada renuncia jamás se presentó. “El Bronco” terminó su gestión y aunque su sucesor, sí, ese mismo que se iba a quitar el nombre, consiguió meterlo en prisión durante unas semanas, al final de cuentas terminó en libertad, por cuestiones de salud y, además, porque nunca pudieron aportar prueba alguna para “atorarlo” y ponerlo un buen tiempo tras las rejas.
¿Y el cambio de nombre? Nunca se dio. Esa fue una de las primeras promesas incumplidas por el hoy gobernador, a quien podríamos llamar “Inocencio”, porque nació un 28 de diciembre, o bien podríamos rebautizarlo como “Ausencio”, por la ausencia de honestidad en una persona con la investidura más alta en nuestra entidad.
Y desde que tomó posesión como gobernador, “Inocencio” García dejó caer una a una sus promesas y mentiras, al grado de convertir todo en una enorme bola de nieve que se ha llevado todo a su paso y que lo ha dejado mal parado, “encuerado”, expuesto todo tal y como es: un mentiroso y hablador, sin principios y sin honestidad, alguien en quien en mala hora el pueblo de Nuevo León depositó su confianza.
Y es que, la honestidad es algo no negociable. Cuando se transgreden siempre los principios éticos, ignorándolos o simplemente torciéndolos a beneficio propio, no se puede hablar de honestidad, no te puedes dar baños de “pureza”, no puedes ir por la vida engañando a la gente prometiendo cosas que nunca vas a cumplir.
Una de las promesas más grandes hechas por “Inocencio”, fue que él traería beneficios a Nuevo León sin necesidad de contratar deuda alguna. Ahora, sale con la “novedá” de que no puede hacer obra sin contratar deuda. O sea, vendió una idea que no podría realizar y eso, aquí y en China, es mentir.
La situación de la administración estatal es crítica. No hay presupuesto suficiente para cumplir siquiera con lo que ya está en marcha y mientras no haya un arreglo definitivo con el congreso local, la bronca seguirá y la bola de nieve continuará su camino por esa pendiente tan pronunciada que se ha provocado con tantos problemas sin resolver.
Algo tiene qué ocurrir para que todo vuelva a la normalidad. Alguien tiene qué poner orden, servir de mediador en ese estira y afloja entre el poder ejecutivo y el legislativo, pues quien está saliendo perjudicado es, como siempre, el pueblo de Nuevo León, ese pueblo que creyó en las promesas de un muchacho que resultó un verdadero fiasco a la hora de tomar una responsabilidad que, por lo visto, le quedó demasiado, grande.
Los nuevoleoneses escucharon lo que querían escuchar, pero a la hora buena, el discurso empezó a cambiar, se torció completamente y el panorama, pintado en un principio de colores muy bonitos, empezó a tornarse grisáceo poco a poco, hasta volverse un tanto oscuro. No hay vuelta de hoja.
Las soluciones tienen qué llegar lo antes posible, pues se corre el riesgo de caer en la ingobernabilidad, en una problemática nunca antes vista en Nuevo León, en este estado al que se había reconocido por tener buenos gobernantes y no simples merolicos que lanzan palabras huecas, sin sentido y sin valor real.