Imagínate un reino majestuoso y que has sido mandado llamar por su Rey. Tal vez sientas un poco de miedo, te preguntarás si acaso hiciste algo malo, o un toque de vanidad crece en tu corazón al pensar que tal vez hiciste algo bueno, pero de igual forma, sientes respeto e incertidumbre.

Se te ha informado que hay un protocolo más allá de la vestimenta, esto tiene que ver con la actitud y la reverencia y es necesario que te acerques solo cuando seas llamado.

Una vez que te encuentras ahí todo es impresionante y te empiezas a sentir abrumado, no sabes si reír o llorar y los nervios te están consumiendo las entrañas, te preguntas si estarás vestido apropiadamente, te acercas y escuchas tu nombre, te están llamando, y mientras te inclinas en reverencia reconoces junto al Rey una figura familiar, se siente tan conocido, su cara es un poco diferente pero sabes que es Él, ¡es ÉL!

El Rey te ha llamado y como tú estás postrado, te pide que te levantes y abre sus brazos hacia ti, es un Rey pero al mismo tiempo, es el Padre que por amor a Jesús ahora te llama hijo y te dice: bienvenido a casa.

Tú no lo puedes creer mientras las lágrimas de caen por las mejillas y aunque quieres caminar más rápido Sus brazos te alcanzan y te rodean con tanto amor que no lo puedes resistir, y aunque están ante el Rey comienzas a entenderlo todo ¡estás con Papá!

Jesús está ahí, sonriendo contigo, la familia está reunida, para siempre: bienvenido a casa.

El Dios que yo adoro me dice que lo llame Papá. ¿Quieres hacerlo tú también? Busca a Jesús.

Porque el Espíritu que Dios les ha dado no los esclaviza ni les hace tener miedo. Por el contrario, el Espíritu nos convierte en hijos de Dios y nos permite llamar a Dios: «¡Papá!» Romanos 8:15 TLA

¿Cree esto? Hable con Dios, lea la Biblia y descúbralo.  Solo la Verdad nos hará verdaderamente libres.

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