Por Manuel CARMONA
Llegó a su fin el periodo como gobernador sustituto de Sergio Salomón Céspedes Peregrina y con ello llega también la hora de las evaluaciones.
Para sus propagandistas, los hemos visto, leído y escuchado: fue un dechado de virtudes.
Para sus haters que pronto empezarán a salir poco a poco a la palestra con el transcurrir de los días, con razón o sin ella divulgarán exactamente todo lo contrario. Ya se verá en el mediano plazo que fue lo que terminó predominando.
Lo más normal y predecible es que en las próximas semanas empiecen a salir a la luz una serie de datos que en el mejor de los casos pondrán en tela de duda las decisiones políticas, jurídicas y de ejercicio presupuestal durante su administración, o por lo menos, de sus más cercanos colaboradores. Esto ocurre cada cambio de gobierno casi de manera inevitable y tiene su origen en los roces y algunos agravios que suelen producirse entre los equipos de quienes llegan con los que se van.
Pero en todo esto, será clave algo que aún no se conoce, pero que ya se irá advirtiendo un poco más adelante, la postura que asumirá el armentismo: alentará la probable divulgación de estas versiones o las acotará? Ahí está el enigma. De ahí se desprenderá, qué es lo que sigue?
Pero más allá de filias y fobias, siempre es importante hacer un recuento en cada ejercicio, un análisis frío, objetivo y responsable, por supuesto que no es sencillo, pero hay que intentarlo.
Para iniciar debemos considerar que todo hombre cuando asume el poder, se ve en la disyuntiva de elegir como quiere gobernar y para eso resulta obligado apoyarse en el pensamiento del gran florentino Nicolás Maquiavelo, para definir si quiere ser amado o temido por su pueblo.
Es a todas luces evidente que Sergio Salomón se dedicó los 24 meses de su periodo de gobierno a emprender todo aquello que fue necesario para ser amado, Decidió proyectarse como un mandatario jovial, risueño, que de acuerdo a sus panegiristas vino a dar un respiro y oxigenación a la vida pública de la entidad, para poder diferenciarse de su antecesor Luis Miguel Barbosa Huerta, a quien le tocaron durante su periodo tiempos complejos, por un lado el desmantelamiento de la red de intereses promovidos por las últimas administraciones panistas y la pandemia, uno de los más grandes desafíos para los sistemas de salud pública en el mundo.
Solo el juicio de la historia nos dirá en su momento si Salomón hizo lo correcto o no, pero el caso es que él se construyó una imagen pública de conciliador en el ejercicio diario del poder y promotor de un armisticio con todos los grupos y personajes oscuros que se encontraban bajo el escrutinio de la ley, a los que perdonó y liberó, para dar cuerpo a la narrativa que pretendió impulsar.
Si bien es cierto estuvo en sus facultades legales la de nombrar a su equipo de trabajo, nunca fue bien vista la “limpia” de morenistas y barbosistas en el gabinete para entregar el gobierno del Estado a un selecto grupo de personajes priístas y sobre todo morenovallistas, a quienes encumbró y benefició sin rubor alguno, sin que nadie del partido o la base militante de Morena hubiera chistado ni por asomo.
En su afán de pasar a la historia como el bueno de la película, generó las condiciones políticas para el archivo definitivo de causas penales en aras de promover la reconciliación, recorrió febrilmente las diferentes regiones del estado para encabezar eventos masivos de entrega directa de beneficios y programas sociales y ejecutó una gran cantidad de obra pública en diferentes rubros particularmente en el curso del 2024 (está por verse todavía su funcionalidad), que le generaron una gran simpatía y reconocimiento de sus gobernados, por lo que en apariencia logró su objetivo, pues concluyó su mandato en las mediciones de opinión pública muy bien evaluado.
No obstante, en el sentido estricto de su obligación como jefe del Poder Ejecutivo, quedó también mucho a deber en el ámbito de la gobernabilidad, puesto que también quedó de manifiesto que es un hombre que siempre rehuye la posibilidad de asumir una decisión que pudiera representarle un desgaste.
Por eso no quiso comprometerse en una lucha en serio contra la criminalidad en todos sus rubros, la cual siguió avanzando durante su gestión por todo el territorio poblano.
Por eso no quiso autorizar el alza al transporte público en la ciudad, postergado durante años, que invariablemente genera un rechazo generalizado de la sociedad por mínimo que pudiera ser el incremento a las tarifas. No le quiso entrar al tema para cuidar la figura y deja una verdadera papa caliente a la administración entrante que no tendrá otra que sentarse a negociar y autorizar en algún momento el incremento, para lo cual deberá absorber el costo político y social por esta medida desde el inicio de su periodo.
Por eso también siempre le dio la vuelta a la sola posibilidad de tener algún roce con grupos de presión como la 28 de Octubre y Antorcha Campesina, que mientras Luis Miguel Barbosa los tuvo a raya, con Sergio Salomón se expandieron y se adueñaron de los espacios públicos de una manera abusiva y sin control en perjuicio de los ciudadanos en la zona histórica de los Fuertes de Loreto y Guadalupe y en los estacionamientos de los estadios de futbol y de beisbol en la ciudad de Puebla, por tan solo citar algunos ejemplos.
Eligió nunca confrontarse con los grupos fácticos, eligió siempre llevarse bien con todos, repartir sonrisas, abrazos y evitar a como diera lugar todo desgaste derivado del ejercicio del poder.
Lamentablemente en la nueva responsabilidad que deberá asumir en las próximas horas no tendrá esa opción, ahí estará en la obligación de entrar al estudio inmediato y de manera cotidiana, del procesamiento y conducción de un fenómeno social con implicaciones económicas y políticas de gran complejidad en estos momentos para el país.
En el Instituto Nacional de Migración difícilmente habrá espacio para la vida social, para la simulación y procastinación. En una dependencia de tal magnitud no hay más que afrontar la responsabilidad y nunca se deja satisfecho a nadie, no es una tarea rosa, ahí hay que plantarle la cara a los problemas de verdad, algo para lo cual por su perfil, no está familiarizado.
El INM no es un simple trabajo burocrático, no es gestoría, aquí será su primera prueba de fuego, ahí tendrá que demostrar de que está hecho realmente, ahí deberá acompañarlo algo más….que un simple golpe de suerte.
* El autor es abogado, escritor y analista político.