La herencia judía que tenemos en el noreste de México nos hace sentir cómodos entre montañas.
Siempre que veo el cerro de La Silla me asombra pensar en Moisés subiendo a la montaña para hablar con Dios, cuánto tardó y cuánto le costó.
La vista y el eco hacen de la montaña algo especial, en ella puedes escuchar la voz de Dios, pero subirla es otra historia: actitud, perseverancia, disciplina, tolerancia, resilencia , entre otros, es lo que necesitas para llegar a ver lo que hay en la cima.
Subir la montaña requiere estrategias en senderismo, escalada en roca y montañismo para las alturas, es importante acudir en grupo, y aunque estarás acompañado, el ascenso será en una línea. Deberás avanzar siguiendo las instrucciones del guía, mirar con atención hacia adelante y advertir al de atrás por dónde debe pisar, sin detenerte.
Lo mismo sucede en la iglesia; aunque vamos en grupo, el camino lo va marcando el de adelante y tú lo vas confirmando al de atrás, si tú te detienes, el de atrás no podrá avanzar.
Tal vez caigas en el camino y te lastimes, pero debes saber discernir si el daño debe detener al grupo o puedes seguir avanzando, para llegar a la meta: Dios.
La iglesia somos ese grupo que avanza en línea, bajo la instrucción de un guía y que con tus pisadas, hace camino para los demás.
Persevera, para mantenernos unidos y avanzando ¡te necesitamos!
¿No sabes cómo? El Espíritu Santo es el guía, pregúntaselo.
¿Cree esto? Hable con Dios, lea la Biblia y descúbralo. Solo la Verdad nos hará verdaderamente libres.
Hechos 2.
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