Cosas del Tony
Por: Antonio Sánchez R.
Dicen que para que la gente crea que alguien es honesto, no sólo debe parecer ser honesto, sino serlo en realidad. Porque es muy frecuente el hecho de que a la vuelta de las semanas o los meses, después de haber confiado en alguien, nos damos cuenta de que ese alguien no es en realidad lo que llegamos a creer. Tenía la cara de honesto, pero resultó ser un corrupto. Ejemplos hay, y muchos en quienes ostentan un cargo público de elección popular.
La función pública, desarrollada ya sea desde un cargo de elección popular o bien desde cualquier puesto administrativo en cualquiera de los niveles de gobierno, ha dejado de ser un trabajo “sufrido” en el aspecto económico, pues los salarios que se pagan, “gracias” a nuestros impuestos, no son nada despreciables y por ello son largas las filas de quienes quieren “sacrificarse” dedicándose a la política.
Como si estuviésemos nadando en la abundancia, los sueldos de los funcionarios, llámese presidente de la república, secretarios de estado, gobernadores, magistrados, senadores, diputados federales, diputados locales, alcaldes y hasta regidores y síndicos, no concuerdan con la realidad que vive nuestro país.
Hay “servidores públicos” con un ingreso tal que si ahorraran la mitad de lo que perciben, amasarían una fortuna y sin que les inquiete recibir o no el famoso “bono de salida”, ese que pelean los “pobrecitos” que temen quedar fuera de las nóminas oficiales y se aferran con todo a esa “lanita” que les cae literalmente del cielo.
Es triste ver cómo se ha perdido el sentido de la función pública, en la que el espíritu de servicio a los demás debería estar por encima de cualquier interés personal o de grupo, pero ya no es así; ahora, lo que importa es cuánto se va a ganar pues ya de plano no existe interés real en servir, sino en servirse a manos llenas.
Y en este cuento de los salarios, todos tienen algo qué ver, desde quienes deberían establecer los topes para las percepciones y hasta quienes, sin sonrojarse, reciben un dinero que no equivale al trabajo que realizan. No estoy en contra de que un funcionario, cualquiera que sea su cargo, reciba una buena remuneración. Lo que me parece injusto es que se paguen salarios sin que exista equidad entre lo que se cobra y lo que se hace, como es el caso de servidores públicos que sólo piensan en cómo le podrían hacer para que su ingreso sea mayor.
Mientras los simples mortales llamados ciudadanos comunes, trabajadores en general, sufren para llevar sustento a sus familias, con magros salarios que se ven pobremente incrementados cada año, con aumentos que no pasan de un cinco por ciento, hay servidores públicos que llegan a ganar 40 ó 50 veces más de lo que gana ese simple mortal que sí trabaja.
No importa el color o las siglas, no importa la filiación partidista, el comportamiento es el mismo, como si estuvieran cortados con una misma tijera. Es más, ya hasta comparten muchas cosas, pero en especial, comparten esa voracidad por el dinero del pueblo. En resumidas cuentas, es en todo esto en donde encontramos la falta de honestidad de estos servidores públicos que, en campaña nos muestran una cara y ya montados en el poder, vemos un rostro distinto, su verdadero rostro deshonesto, corrupto.
Pero, no se crean que el panorama es todo negro, no. Afortunadamente tenemos en todos los niveles de gobierno, así como en los distintos poderes, verdaderos ejemplos de honestidad, de auténticos servidores públicos que tienen ese espíritu de servicio que deberían tener todos aquellos que tienen la obligación de atender a la ciudadanía y mientras haya gente así, hay la esperanza de que algún día todo podría cambiar, ¿verdad?