Raúl Guajardo Cantú
En ocasiones parece que los políticos viven en un mundo diferente al del resto de nosotros los ciudadanos y quizá efectivamente los políticos habitan en otro universo, uno en el cual sus palabras se encarnan en realidad, como si el solo hecho de decir algo fuese suficiente para que la realidad cambiara.
Pongamos por caso las negociaciones recientemente retomadas para intentar aprobar el presupuesto 2025 para el estado.
Por una parte, cuando durante los últimos años quien ha llevado las negociaciones por parte del gobierno del estado ha sido el Tesorero, Carlos Garza, ahora los diputados salen con que si no hablan con el gobernador no hay trato.
Su razonamiento consiste en señalar que en años anteriores el gobernador no cumplió con su palabra de dar ciertos recursos, cuantiosos por cierto, a los municipios del área metropolitana, principalmente aquellos con alcaldes emanados de partidos distintos al de Samuel.
La pregunta es, ¿si ya el gobernador no cumplió una vez, qué les hace pensar que hablando directamente con él las cosas serán diferentes? En todo caso, nos parece, deberían aprobar el presupuesto y poner los suficientes controles para que un ejercicio indebido sea castigado y punto. Lo demás parece un intento de justificación ante los ciudadanos que verán cómo la calidad de sus servicios será cada vez peor.
El gobernador Samuel García no se queda atrás, habla con todo mundo, ofrece que en cuanto le aprueben el presupuesto, o que si se lo aprueban, habrá créditos para Pymes, dinero para los municipios, apoyos a los usuarios del transporte urbano y se terminarán todas las obras que están en proceso, destacadamente el Metro. Pero no habla con los diputados.
Parece como si, al igual que los legisladores, el gobernador estuviera siguiendo la estrategia conocida como going public, es decir, apelar a los ciudadanos para que presionen a determinado actor político.
El problema es que para ellos, ambos bandos, lo que está en juego es el poder que buscan ejercer, en tanto que para los ciudadanos lo que está en juego es su bienestar, uno que empieza con resolver problemas como la movilidad, la contaminación, la inseguridad y el abasto de agua por poner algunos casos.
Pero también con tener mejores servicios públicos de primer contacto, como lo son la recolección de basura, alumbrado público y bacheo por mencionar algunos de los que corresponden a los municipios.
Los políticos no tienen que preocuparse por este tipo de situaciones, ellos, efectivamente, habitan en un mundo que no responde a estas necesidades básicas, están en otro nivel. Mientras los ciudadanos intentamos alcanzar una vida digna, ellos buscan poder, no para servir, sino que en muchos casos lo buscan para servirse de él.
Harían bien los políticos en entender que conservar sus espacios de poder pasa por convencer a los ciudadanos que ellos son una verdadera opción para resolver los problemas de la comunidad, que servir es tan útil o más que pelear con los adversarios políticos.
Pero parece que los políticos no pueden ver esto porque viven en otro mundo. Un mundo de fantasía en el cual lo más importante es vencer al otro.