Raúl Guajardo Cantú
Ahora que la “nata” que puede observarse en el ambiente del área metropolitana de Monterrey puede achacarse a la tormenta de polvo que proviene de Texas, conviene reflexionar acerca de la otra contaminación que padecemos en Nuevo León.
Ya hablamos la semana pasada cómo el tema propiamente de la contaminación ambiental se mezcla con factores económicos y políticos y quiere reducirse a la polución provocada por los vehículos automotores, cuando en realidad las causas son varias, entre ellas las industrias ubicadas en el AMM, incluyendo por supuesto a la refinería de Cadereyta, la cual desde hace tiempo ha sido exculpada por las autoridades federales, en tanto que las estatales intentan no caer en conflictos con ellas y los partidos opositores tratan de ubicar ahí todo lo que respecta a este tema.
Pensemos en la contaminación política en la cual tenemos que desenvolvernos día tras día, una polución que afecta a todo el quehacer de las autoridades de todos los niveles.
¿Le parece a usted que los temas que tocan los diputados emanados de todos los partidos políticos están motivados por intereses que provienen no solo del bien común? A nosotros también, ya hasta nos resulta normal que la función de los diputados sea la del golpeteo en contra de los adversarios, cuando en realidad los legisladores deberían estar en la búsqueda de las mejores condiciones del pacto social.
Y ¿qué podemos decir de los alcaldes?, ¿serán sus actos fruto de la reflexión política y la búsqueda de cumplir con las funciones que la constitución les asigna? Si es así, ¿será que también el transporte público debería ser responsabilidad de cada alcalde?
No resulta fácil abstraerse de un entorno que todo lo vuelve político partidista cuando sí debería ser político, pero refiriéndonos a políticas públicas dedicadas a la búsqueda de las mejores condiciones de vida para el mayor número de ciudadanos.
Las autoridades federales representadas en la entidad no escapan, por desgracia, a esta lógica, para ellas parece que el tema de la Refinería de Cadereyta es tabú, sin importar que los pulmones de los nuevoleoneses resientan los efectos de las emisiones de esa planta y la mala calidad de las gasolinas que distribuye, distintas a las que se manda a otras entidades.
Ni hablar de la forma en que se está manejando el tema del agua para consumo humano en el estado por parte de esas autoridades, que aunque tienen facultades para autorizar el trasvase a Tamaulipas, parece que no tienen como prioridad que el vital líquido llegue a los habitantes del estado.
El gobierno estatal no escapa a esta dinámica, de hecho se ha montado en ella todos los días desde el momento en que inició la actual administración y ahí sigue como si todo su objetivo fuese dar una determinada imagen.
Cómo estará el asunto que hasta un cambio en el nombre de una presa se politiza y el gobernador, ante la posibilidad del albur debido al nombre propuesto tiene que comentar ¡y no es broma!
Parece que en Nuevo León la contaminación ya rebasó todos los límites