Raúl Guajardo Cantú
Hace algunos años se hizo famosa la frase que todavía algunos utilizan “no entienden que no entienden” para representar aquellas acciones que desde el punto de vista técnico están equivocadas pero que son sostenidas por los gobiernos porque desde su óptica constituyen una real opción.
Nos parece que es el caso actual por lo que respecta a la movilidad en el área metropolitana de Monterrey, AMM, luego de entregar 25 camiones eléctricos más para el servicio de transporte público, el gobierno del estado insiste en que los ciudadanos utilicen este servicio y dejen el auto en su casa, sin darse cuenta de que el uso del vehículo particular se deriva de una serie de factores que van más allá de unos cuantos camiones nuevos o algunos vagones del Metro más.
Históricamente el servicio del transporte público en el AMM ha sido malo, caro e insuficiente, salvo honrosas excepciones, los empresarios del ramo lo consideran una forma de obtener ganancias pese a ofrecer un mal servicio ya que no hay muchas opciones.
Además, en Nuevo León se considera que el éxito de toda persona debe medirse en satisfactores básicos, entre ellos, la comodidad de realizar los traslados propios de manera cómoda, rápida y dentro de lo que cabe, segura. Lo cual implica un automóvil de preferencia con aire acondicionado.
Quien utiliza el transporte público sufre en carne propia la tardanza, incomodidad y frustración de no poder controlar su traslado, la hora y la forma de hacerlo, tiene que ceñirse a lo que le ofrecen los camiones o el Metro.
Eso se da por sentado, las largas filas de personas esperando el camión que pueden observarse en las calles del AMM refuerzan el sentimiento de que es preferible, en cuanto se pueda, tener un vehículo que permita por lo menos tener la ilusión de controlar el traslado, así sea contrarrestada por el tráfico que hace de nuestras calles un estacionamiento.
En otras palabras, el caos vehicular no se va a acabar con llamados a utilizar el transporte público aunque se diga que los retrasos en este se deben al exceso de vehículos en las calles, las razones para no utilizar el servicio público cuando se puede evitar son de diversa índole.
Pasan por una cuestión cultural, el éxito que representa tener un vehículo propio, históricas, el mal servicio del transporte público que se extiende hasta donde alcanza la memoria, el sentimiento de que este servicio es caro y malo, la incomodidad que representa usarlo, sobre todo en horas pico.
A lo anterior hay que agregar la falta de flexibilidad en los horarios de entrada y salida de los centros de trabajo y estudio es otro de los factores que influyen en la sensación de un mal servicio público de transporte, en fin, que la solución a este problema es, como ahora se acostumbra decir: multifactorial.
Mientras no se entienda en toda su complejidad el fenómeno de la movilidad colapsada en el AMM, y se actúe en consecuencia, ya pueden meter al servicio público otros 2 500 camiones más, 100 vagones en el Metro y dobles pisos en las principales avenidas, continuaremos en las mismas, como dice la frase trillada, es que “no entienden que no entienden”.