Cosas del Tony
Por: Antonio Sánchez R.
Se dice que el camino hacia el infierno “está pavimentado de buenas intenciones”, pero que al final de cuentas, esas “buenas intenciones” suelen ser, en realidad, lo peor que se pudiera esperar, ya que, al final de cuentas, se convierten en maquievélicos planes para la búsqueda de oscuros y bajos intereses.
Y lo anterior aplica en todos los órdenes de la vida, en cualquier área que usted guste o mande, pero es el mundo de la política en donde se presenta con mayor frecuencia esta especie de máxima, en donde, por lo regular se observa que, quienes buscan el poder, lo hacen casi siempre ofreciendo “las perlas de la virgen” sin saber exactamente en dónde las van a buscar…, o a encontrar.
Los gobernantes, del nivel que gusten, quieran o manden, se abren paso hacia sus objetivos enarbolando argumentos que resultan atractivos para la “clientela electoral”, por lo que al final de cuentas terminan recibiendo su voto y el consabido “ungimiento” en el puesto conseguido y no es necesario indicar que, ya en ese momento, tienen fuertes compromisos con quienes aportaron económicamente para su campaña, con amigos y hasta con su parentela y muy al final, los que votaron por ellos.
Es curioso, pero créanme cuando les digo que todos esos por los que llegamos a votar, tuvieron entre sus ideas primarias muy buenas intenciones, pero conforme fueron avanzando y ocupando puestos de poder, esas buenas intenciones pasaron a ser simples buenos deseos y finalmente, terminan en sueños guajiros que raramente vuelven a mencionar en sus vidas.
La función pública, cualquier espacio destinado a atender las necesidades de los ciudadanos, hayan votado o no por quienes ejercen el poder, es campo de cultivo para una de las prácticas más ancestrales y corruptas que existen: el nepotismo, término utilizado para describir esos movimientos en los que la familia directa o indirecta de cualquier funcionario, es “premiada” con la ocupación de cargos públicos para los que, la mayoría de las veces, ni siquiera están capacitados.
Hay quienes han hecho de los cargos públicos su principal “refugio”, pero hay quienes han preferido mantenerse apartados mas no alejados de la sombra del poder. La historia de México está tachonada de casos famosos de nepotismo en los que, incluso, los protagonistas llegaron a ser verdaderos dolores de cabeza para su encumbrado familiar.
El general Lázaro Cárdenas del Río tuvo en su hermano Dámaso a su propio “cadillo”, al lidiar con él y sus aspiraciones políticas, algunas de las cuales consiguió realizar. El presidente Manuel Ávila Camacho tuvo que soportar a su hermano Maximino, un militar desenfrenado y pachanguero, que por sus pistolas, literalmente, cerraba cantinas, bares o lupanares, “nomás porque las podía” y porque era hermano del presidente.
Los amigos también tienen su lugar en el nepotismo y el presidente Miguel Alemán Valdez se distinguió por acomodar en puestos importantes a sus mejores amigos, pero a su familia la mantuvo alejada de los reflectores, aunque muchos años después su junior, Miguel Alemán Velasco, decidió entrarle a la política, llegando a ocupar cargos legislativos, como diputado federal y senador y como gobernador de Veracruz.
José López Portillo se jactó del “orgullo de mi nepotismo”, José Ramón; Carlos Salinas de Gortari protegió a su hermano Raúl, mientras que Ernesto Zedillo tuvo su talón de Aquiles con la familia de su esposa. Cual más cual menos, las familias de los presidentes han dado mucho de qué hablar.
Por eso, ahora que recientemente la presidente Claudia Sheinbaum anunció que enviaría al congreso federal una iniciativa para impedir que familiares de funcionarios públicos aspiren a cualquier candidatura, paramos las antenas y nos resulta que por fin surge algo positivo. Pero, ¿será verdad o terminará en una buena intención? Veremos y diremos.