Por Verónica Valencia/MasInfoNews
Ana es estudiante de biología, vive en el área metropolitana de Monterrey y trabaja en una empacadora para poder costear sus estudios; cada semana le cambian el turno, a veces entra al amanecer, otras cuando ya oscureció, pero sin importar el horario, su rutina diaria empieza igual: caminando 2.5 kilómetros para llegar a la estación más cercana de Ecovía al norponiente de la ciudad.
La parada está a medio meto del panteón y se agrava porque hay un terreno baldío, una estación de gas LP que siempre esta vacía y junto a ella un taller mecánico con vehículos sobre la banqueta, durante el día no hay problema, pues aunque hay poca gente pasando por la avenida Lincoln, hay movimiento; sin embargo después de las siete de la noche las cosas cambian, el taller está cerrado, la estación luce vacía.

Así el camino que recorre sola está lleno de maleza, con poca iluminación y cero vigilancia, dice que prefiere el otro lado de la acera porque le tiene miedo a los perros callejeros que se refugian en la entrada del panteón, Ana camina entre sombras, con miedo. Si tiene suerte, tal vez se encuentre a otras mujeres que quieran caminar junto a ella, sino se tendrá que cuidar también de los hombres que con cigarrillo en mano le sigue el paso, no la revasan, sino que la siguen de cerca, pero ella no tiene otra opción. ¿Tomar un taxi de aplicación?, claro lo hace cuando es día de pago, es festivo o no tiene que ir a la escuela, es decir le “sobra” un poco de dinero para pagarlo, pero los demás días no le alcanza para pagar taxis, la escuela, la comida y la renta.
¿Por qué esa es su única opción?
Hace algunos años el gobierno decidió retirar la decena de rutas urbanas que pasaban por las avenidas Lincoln y Ruiz Cortines y que le permitían llegar a su casa más segura.
La Ecovía fue inaugurada en enero de 2014 como un sistema de transporte articulado tipo BRT (Bus Rapid Transit), diseñado para ofrecer una alternativa moderna, rápida y sustentable al saturado sistema de transporte público en Monterrey y su área metropolitana. Su ruta principal recorre la avenida Lincoln-Ruiz Cortines, conectando el poniente y oriente de la ciudad.
Desde su inicio, la Ecovía fue presentada como una solución eficiente, con carriles exclusivos, estaciones cerradas y cobro electrónico; sin embargo, con el tiempo ha sido objeto de múltiples críticas por la falta de unidades, deficiencias en el servicio, inseguridad en las estaciones y fallas constantes en el sistema de cobro.
Una de las fallas constantes para Ana es su fuente constante de frustración. Las unidades no pasan con regularidad, y cuando lo hacen, van llenas. Sin aire acondicionado. Con más de 38 grados adentro y la esperanza colgando del tubo.
Y como si fuera poco, también tiene que preocuparse por la tarjeta, aunque Ana le pone el saldo justo para la semana, el sistema a veces se lo “traga”, use la aplicación le dicen los validadores o hay un oxxo a 15 cuadras. Y aunque hace el reclamo con su ticket en mano lo cierto es que nunca le reembolsan el faltante, resignada sale de la estación a buscar otras opciones como si el tiempo de Ana no valiera, como si caminar otros kilómetros bajo el sol fuera parte del servicio.
Pero Ana no está sola, son miles los usuarios que enfrentan esto todos los días: trabajadores, estudiantes, madres de familia. Personas que merecen respeto, condiciones dignas, y la libertad de elegir el medio para poder trasladarse y también decidir su forma de pago.
Porque más allá de la infraestructura, estamos hablando de derechos.
El derecho a moverse con seguridad.
El derecho a no depender de una tarjeta que falla.
El derecho a pagar en efectivo, si así lo prefiere.
El derecho a tener más de una opción.
Y sobre todo, el derecho a que el transporte público no sea una pesadilla, sino un servicio eficiente, humano, accesible.
Moverse por la ciudad no debería sentirse como una lucha.
Ana solo quiere llegar a tiempo, sin miedo, sin calor, sin perder su dinero.
Y eso, en una ciudad como Monterrey, no debería ser un lujo.