Gabriel Contreras
Cuba ha vivido un capítulo sumamente intenso y complejo entre 1959 y 2025. La palabra Revolución ha sido dotada de nuevas significaciones a partir de la sumatoria de los llamados CDR, la administración gubernamental de vestimenta, medicina y alimentos, y la creación de una forma muy peculiar de turismo. Al mismo tiempo, ese país ha hecho posible la conformación de una especie de casta dorada, en la que se aglutinan funcionarios de diversa índole y nivel, artistas apegados al régimen, informantes puntuales y militares de distinto rango y calibre.
Hoy que son escasas las expectativas de movilidad social para la mayor parte de la población cubana, y hoy que son incipientes las posibilidades de cuestionamiento y disidencia desde el interior, la democratización parece alejarse a bordo de una pequeña embarcación diciendo adiós con la mano.
Pero más allá de los colores y matices de la vida actual en el país de José Marti y Nicolás Guillén, en la Delegación Cuauhtemoc, en la CDMX, hoy se debate la pertinencia de arrancar o defender dos esculturas ubicadas en un barrio popular y pintoresco. Una de ellas representa al Che, ese argentino que murió ametrallado en la selva boliviana, y la otra es un homenaje a Fidel Castro, comandante en jefe de ese movimiento que alguna vez estuvo conformado por doce personas y logró derrocar al gobierno de Batista.
La pregunta es… Como fue que llegamos aquí? Que nos obliga a defender o cuestionar públicamente los símbolos de un país que por cierto no es el nuestro?