jue. Ago 21st, 2025

Cosas del Tony

Por: Antonio Sánchez R.

Han sido ya muchas líneas, demasiado espacio, demasiadas broncas las que hemos señalado en este nuestro espacio, en torno a los aconteceres de uno de los problemas que más aquejan a los nuevoleoneses que viven en Monterrey y su área metropolitana: el transporte urbano.

Es cuento de nunca acabar. Cuando no es la nula accesibilidad de personas discapacitadas o de la tercera edad a las estaciones del metro, en cualquiera de sus líneas, surgen de todas partes quejas y más quejas sobre el pésimo servicio que ofrecen las distintas rutas, con unidades que son insuficientes para atender la gran demanda existente.

La negativa a aceptar el pago en efectivo en las rutas que forman parte del programa Urbani es pecata minuta. Eso lo han resuelta adquiriendo las respectivas tarjetas y otros han tenido qué aprender para “bajar” la aplicación a sus celulares y desde ahí pagar sus viajes.

La bronca más grande es que, con todo y que el FosfoGober se ha aventado a decir que ya son quién sabe cuántas miles de unidades vedes se han sumado al transporte urbano, la problemática sigue siendo la misma de siempre: tiempos de espera criminales y, por ende, horas que deberían aplicarse a la convivencia familiar, perdidas por la negligencia de quienes deberían de llevar un control efectivo del servicio.

Se ha sabido de gente que para sus traslados casa-trabajo-casa, se avienta como mínimo… ¡seis horas! No es broma ni exageración. Esos son los tiempos y está debidamente documentado. Son varias las rutas las que san convertido en un verdadero viacrucis para los usuarios, quienes tienen qué apechugar, pues no les queda de otra.

Pero a todo lo anterior, habremos de sumar una “gracia” más al transporte urbano, a ese en el que se utilizan de esas unidades que les ha “facilitado” papá gobierno a los transportistas urbanos: siguen siendo de alto riesgo para los usuarios, por la poca o nula preparación de los conductores, quienes en su mayoría circulan a altas velocidades y podrían ser considerados como verdaderos ataúdes rodantes.

Y no lo decimos sólo por las quejas que nos han llegado, no. Lo decimos y afirmamos por experiencia propia, pues hace unos días fuimos víctimas de la salvaje forma de conducir de un troglodita al volante, quien puso en riesgo nuestras vidas y ni siquiera tuvo la decencia de verificar que no tuviésemos lesiones provocadas por su culpa.

Resulta que la semana pasada, mi esposa y un servidor fuimos a consulta médica a nuestros Servicios en la Clínica de la UANL. Al salir, como teníamos que dirigirnos al centro para realizar ciertos trámites, desechamos la idea de utilizar el Metro y optamos por irnos en camión. Camino hacia la parada que se encuentra frente al Hospital Civil, le dije a mi esposa que si quería tomáramos un taxi o un auto de aplicación. Me dijo que no, que quería caminar.

Y lo hicimos. Caminado llegamos hasta la mencionada parada y tomamos uno de esos camiones verdes, de los que dicen Troncal-Centro (Ruta 39). El chofer era un tipo que más parecía un maleante que un conductor: gorra, barba cerrada y grandes lentes oscuros. Luego que subimos, arrancó bruscamente y minutos después, cuando estábamos a punto de llegar a un asiento que estaba por quedar libre, el tipo frenó con gran fuerza y se arrancó con la misma y tanto mi esposa como yo fuimos a dar hasta más allá de la mitad de la unidad.

Caímos de golpe, brutalmente y por más que la gente gritó, el tipo ni se inmutó, continuó su loca carrera, como si fuera a recibir herencia. Pusimos la denuncia en Movilidad, se nos dio un número de Folio y cuando quisimos proceder ante la Fiscalía, jamás nos atendieron, silencio total. Afortunadamente y tras chequeo médico de rigor, no tuvimos ninguna lesión grave, solo golpes, pero…, ¿qué habría pasado en caso de fracturas o lesiones graves? Ahí se las dejo de ese tamaño.   

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