Gabriel Contreras
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Bajo el avance arrollador de las jornadas de trabajo sumado a la cultura de la distracción y la vida vista como un torneo inacabable, la comida casera es hoy una mera expresión de la nostalgia, folklore digno de ser retratado por la cursilería de la televisión estatal. Lejos quedaron esos días en los que la familia se sentaba a la mesa y era atendida por la madre, y comentaba este o aquel acontecimiento, un par de historias, y algún recuerdo de aquella tía que vive muy lejos, en Estados Unidos…
Hoy, nadie se junta con nadie, la comida es de aplicación, el diálogo es puramente digital, y la cocina se ha convertido en un show televisivo plagado de coreanos, japoneses, y algún francés que no para de visitar mercadillos vietnamitas.
La muerte de la cocina casera llego sin anunciarse, y hoy nos alimentamos de prisa, fragmentariamente, y con los ojos puestos en todas partes menos en la comida.