dom. Sep 21st, 2025

Luz María Ortiz Quintos

Esta semana se registraron dos lamentables hechos de violencia dentro de instituciones educativas.

El primero ocurrió en una preparatoria técnica médica ubicada en el municipio de Monterrey, donde un joven agredió a patadas a una compañera, provocándole lesiones que ameritaron su traslado al hospital.

El segundo caso tuvo lugar en Altamira, Tamaulipas, en un plantel del CETIS, donde un grupo de estudiantes golpeó al director del plantel. Según los reportes, la agresión se dio en respuesta a una acusación de abuso contra el directivo, la cual, aparentemente, no había sido atendida de manera formal por las autoridades escolares. En los videos grabados por los propios estudiantes que presenciaron los hechos, se observa cómo el director fue rodeado y agredido físicamente.

Ambos casos evidencian actos de violencia y agresión física. Sin embargo, nada justifica el uso de la violencia contra otra persona.

Es urgente retomar los valores en la educación, comenzando desde la crianza en el hogar. Padres y madres de familia somos los primeros responsables de enseñar hábitos, orden, disciplina y respeto. La desesperación ante una injusticia o ante la omisión por parte de las autoridades puede generar reacciones impulsivas, como en el caso de los jóvenes que agredieron al director. Frente al abuso de autoridad, es comprensible que los estudiantes se sientan frustrados o ignorados, pero eso no justifica que se tomen la justicia por su propia mano.

¿Qué tipo de personas estamos formando?

Las conductas violentas deben ser controladas por cada individuo. Aunque como seres humanos tenemos un instinto de supervivencia, este debe ser regulado por la razón, y no responder únicamente a impulsos.

Si las acusaciones contra el director no son investigadas adecuadamente, se abre la puerta a reacciones como la que observamos: tomar la justicia en mano propia. Si bien se puede entender la solidaridad de los jóvenes ante el abuso de poder, es fundamental que aprendan a canalizar esa indignación por vías legales y adecuadas. Existen instancias para denunciar abusos y exigir justicia de forma pacífica.

Se dice que el ser humano es el único ser que ejerce la violencia por placer. Nuestros adolescentes todavía están a tiempo de aprender a resolver conflictos mediante el diálogo, la empatía y la mediación. Debemos fomentar que acudan a las instancias correspondientes para presentar quejas, y evitar en lo posible exponerse a situaciones que pongan en riesgo su integridad.

La violencia es una conducta aprendida. Por eso, también es posible desaprenderla. Necesitamos promover una convivencia basada en el respeto mutuo, y construir ambientes de orden, armonía y paz

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