Charlas de taberna
Marcos H. Valerio
En las polvorientas calles de la Franja de Gaza, donde el eco de los conflictos resuena como un latido constante, las mentes más jóvenes son atrapadas en una maquinaria de odio.
Bajo el liderazgo de Hamas, las escuelas y campamentos de verano se han convertido en fábricas de radicalización, donde niños, apenas en la antesala de la adolescencia, son moldeados para ver el terrorismo como “un destino heroico”.
Libros de texto que glorifican la yihad y deslegitiman a Israel, junto con entrenamientos militares disfrazados de juegos, siembran en ellos la semilla de una lucha que no eligieron, pero que se les impone como un deber sagrado.
En las aulas, los pupitres no solo sostienen cuadernos, sino una narrativa distorsionada que pinta a Israel y a los judíos como enemigos a erradicar. Los textos escolares, según informes del gobierno israelí, no solo niegan la existencia legítima del Estado hebreo, sino que elevan a los “mártires” y los atentados a la categoría de actos heroicos.

“La lucha armada es un mandato divino”, se les repite a niños que apenas comienzan a comprender el mundo. Esta ideología se refuerza en los campamentos de verano de Hamas, donde menores de edad aprenden a empuñar armas y son reclutados como futuros “soldados” de la organización.
Una publicación reciente, titulada “Los Cachorros de los Leones de la Venganza”, celebró con orgullo a tres adolescentes por su participación en ataques, exhibiendo sus nombres y rostros como trofeos de una valentía torcida.


La presión económica aprieta aún más el cerco. Profesores y directores que osan cuestionar este adoctrinamiento enfrentan la amenaza del despido, silenciando cualquier atisbo de resistencia.
Así, Hamas asegura la complicidad de un sistema educativo que no educa para la paz, sino para la guerra. Este esfuerzo, que entrelaza ideología, religión y entrenamiento militar, no solo busca perpetuar el control de Hamas, sino garantizar que la próxima generación de palestinos crezca con el odio como brújula y la violencia como destino.
Mientras tanto, Israel observa con alarma cómo la influencia de Hamas se extiende en el sistema educativo de la Autoridad Palestina, un terreno fértil para la radicalización.

Expertos advierten que, sin una reforma urgente, este ciclo de violencia seguirá alimentándose de las mentes jóvenes.
La pregunta que retumba en el corazón de Gaza no es solo si estos niños tendrán un futuro más allá del odio, sino si la comunidad internacional despertará para detener esta tragedia o permitirá que Gaza siga siendo un semillero de extremismo, donde los sueños de la infancia se convierten en pesadillas de guerra.