vie. Oct 10th, 2025

Luz María Ortiz Quintos

El avance tecnológico nos permite acceder a más información en menos tiempo. Sin embargo, en ocasiones, las situaciones desafortunadas se viralizan con una rapidez que desearíamos ver aplicada a la difusión de noticias agradables, y no solo a hechos de violencia y agresiones.

Hoy en día, es común ver peleas entre estudiantes de secundaria pública, grabadas por celulares en medio de gritos y sin intervención oportuna. ¿Dónde están los docentes y el personal administrativo? ¿Y los mismos compañeros, que en lugar de detener la pelea, la alientan?

Las peleas escolares no son un fenómeno nuevo; la diferencia radica, como ya mencioné, en el uso de la tecnología, que permite difundir estos hechos sin censura.

Lo hemos dicho en múltiples ocasiones; la educación comienza en casa. Educar en el comportamiento, el lenguaje y los valores es responsabilidad de los padres. Pero, a pesar de estar más informados y contar con recursos para educar, todo es inútil si los adultos no enseñan a sus hijos a actuar con civilidad.

La violencia suele comenzar con palabras ofensivas y escalar hasta llegar a los golpes. Como sociedad, nuestro deber debería ser promover el diálogo, incluso ante las diferencias. Pero si los padres se desentienden de sus hijos, ¿quién cuidará de ellos?

Muchas escuelas públicas están saturadas; hay más alumnos de los que un maestro puede acompañar adecuadamente. Este problema debe atacarse desde la raíz. Es necesario modificar los reglamentos escolares para prevenir este tipo de conductas. El reglamento, firmado por el alumno y su tutor (padre o madre), debe comprometerlos a mantener un buen comportamiento dentro y fuera de la escuela. En caso de incumplimiento, se deberían aplicar sanciones, como trabajo comunitario o multas económicas.

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