dom. Nov 2nd, 2025

Gerson Gómez Salas

Dinerito. Para ellos solo existe el capital. El amor vislumbra el fin del mundo. Viajan desde el norte de la zona metropolitana. En el caos y la oscuridad de la parte baja del centro. Aquí gobiernan los señores de la anarquía. Dinerito.

A medio consumir el platillo en la fonda estilo sinaloense. Sus conocidos conocen el trato delicado. Dulce y acido.

Las zonas rojas de Linares y Montemorelos apenas las recuerdan los parroquianos de antaño.

Donde las mujeres tenían piso pélvico y no candados para esconder los genitales masculinos.

La reja de entrada atrabancada. El truco es subirla y descorrer el pasador. Mazmorra de una frase gastada. El boiler de agua caliente tamaño industrial. Puede dar quizá 15 o 20 servicios al mismo tiempo.

Hermosura detrás de las pelucas coloridas. Dinerito. A eso venimos. Cuesta tanto arreglarse. Ventilar las existencias de la década anterior. Por toda la penumbra de la calle Arteaga, los sonámbulos y los atracadores pasean en bicicletas.

Descuenteros de los briagos. Monterrey ya naufraga en el canal de la peste negra, los señores de la guerra empresarial y las bocanadas de inmundicia.

La tragedia al adivinar el lance de la moneda. Caerá Águila o se multiplicará el sol. Dinerito. Para todo hace falta dinerito. Fresco. Aroma a natfalina, ha guardado debajo del colchón.

Los números de enfermos de carácter sexual continua irrefrenable. Algunos se lanzan a nadar en los torbellinos lodosos del franco pasado.

Dinerito compra el ansia. Vende el cuerpo. La chatarrería de soldados contagiados por la fiebre de la apariencia inútil.

Dinerito. Llano y sucio dinero. Habilidad de un regalo divino.

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