Gerson Gómez Salas
Nos movemos dentro de un siniestro universo de la banalidad. La apertura de las nuevas identidades. La desregulación de las leyes antiguas. El fantástico agandalle de la premura. La movida es estar dentro de la cúspide de la ola.
Los telediarios repiten por cuatro horas seguidas la noticia. Le llaman seguimiento. Morbo en carretadas. Basura en bolsas transparentes.
Al reportero le imponen reglas inviables. Le niegan la auto información, el derecho a delimitar o colorear cada una de sus andanzas.
Los patrones de lo irrelevante llaman a mesa de asignación. Dictan la pauta. Con eso se llena el contenido informático. El relajo lo somos todos. Corcholatas con huipiles. Taparroscas plastificados en el acueducto patriótico. Caciques deslenguados con matices de dictadores carentes de sentido común.
En el paraíso caben solo los incondicionales de Elon Musk, Apple Inc, Pfizer, BRICS, y el guardia de seguridad de Leo Messi.
Nuestra conducta compleja pasa por tantos estadios en la misma jornada. Odiamos las rutinas y nos levantamos a la misma hora.
Exigimos venganza en vez de dialogo y justicia. La finalización de la sociedad conyugal se llena con mentiras. Rehacer la vida con alguien peor, diletante, narcisista, mentiroso. Dos escalones más debajo del anterior circulo del infierno.
El sicario dispara a quema ropa. San Judas Tadeo en el medallón, la cadena al cuello de la víctima, el proyectil hace blanco, pero no hiere.
Ya acaba 2023. Tres meses de espera son mucho tiempo.