Raúl Guajardo Cantú
Durante las últimas semanas hemos sido testigos de la forma en que, principalmente, Movimiento Ciudadano ha intentado modificar los resultados de la elección municipal de Monterrey.
Recursos políticos y legales al margen, esta situación nos llama a reflexionar acerca de los intereses personales que se manejan en cada momento de las elecciones y la democracia mexicana.
No es difícil señalar que en el caso de la elección de Monterrey existen intereses muy particulares por parte del gobernador del estado, Samuel García, cuya esposa, Mariana Rodríguez, contendió por la alcaldía regia.
Hay quienes piensan, o al menos desean pensar, que en tanto Homo Sapiens, damos prioridad a la lógica, a la racionalidad no solo de nuestro pensamiento, sino de la actuación de los hombres en la vida social.
La realidad es que más que un ser racional nos enfrentamos con el hecho de que los seres humanos tenemos intereses que van más allá de aquello que podría beneficiar a la humanidad en su conjunto.
Barbará Tuchman escribió un muy recomendable ensayo que lleva por nombre “La marcha de la locura. La sinrazón desde Troya hasta Vietnam” en el cual analiza la posibilidad de que los gobiernos en general tomen decisiones que en el mediano y largo plazo les afecten.
La autora se refiere a acciones que tienen que ver con la toma de decisiones que en una visión amplia, parecen errores flagrantes que llevarán a la destrucción del propio régimen.
En el caso que nos ocupa, Monterrey, no queda claro el por qué el gobernador del estado arriesga su futuro para revertir los resultados de la elección municipal. En este tema, el gobernador ha arriesgado su propio puesto con tal de descarrilar a quien considera su más importante contrincante en 2027, Adrián de la Garza.
¿Es conveniente, para sus propios intereses, que Samuel arriesgue lo que tiene hoy en las manos por un futuro acerca del cual no se tiene la más mínima idea?
Desde nuestra perspectiva la respuesta es NO.
No vale la pena arriesgar lo que hoy se tiene ya en la mano por buscar lo que pudiera alcanzarse, como en aquella fábula en la cual un perro se perdía la torta que ya estaba en su poder por alcanzar otra que no era más que un reflejo en el agua.
Sin embargo, parece que desde el punto de vista del gobernante, evitar que el contrincante alcance sus objetivos hoy y dentro de tres años, es un bien mayor que el ser hoy gobernador de Nuevo León.
El caso, al final de cuentas, es que Samuel está arriesgando el presente por un futuro que puede ser promisorio, pero que por ahora es solo una apuesta sin ganancias claras, pero sí con pérdidas tangibles.
¿Es tanto la necesidad de poder? Puede ser, pero arriesgar lo que se tiene hoy en la mano, por aquello que se pudiera tener mañana, sin medir los pros y los contras, nos parece un tanto fuera de la lógica.
Ojalá que en Nuevo León no estemos realizando la marcha hacia la locura de la cual nos hablaba Tuchman. Si no es así, podemos empezar a brindar a diestra y siniestra, al fin de cuentas el futuro es incierto. Como decían los romanos: Carpe Diem. O como saludaban los gladiadores del circo romano: Ave César, los que van a morir te saludan.
Por el bien de todos, ojalá no.