Por Pedro García Treviño
Gualberto Castro se distinguió por sus interpretaciones al grado del clasicismo, de una calidad internacional que enorgullecía. Dominaba el arte al cual se dedicó, durante décadas.
Desde su trabajo al lado de sus hermanos, liderados por Arturo Castro, el cantante, recientemente fallecido, se distinguió en todos los escenarios por la pasión que imprimía en sus actuaciones.
De solista, su cátedra sorprendía a diario. Era un cantante de matices encantadores. Hacía lo que quería con su voz.
Gualberto expresaba alardes interpretativos naturales, no impostados ni preparados, ya que era un artista bien dotado, además de su elocuente profesionalismo, de ahí su longevidad en el medio musical.
“Gualas” triunfó en el “México que se nos fue”, de las veladas sorprendentes en la capital de la República, y también en las épocas sucesivas, hasta sus últimos días cuando fue posible verle alternar con el joven Rodrigo de la Cadena en “Noche, boleros y Son” del canal Once del Politécnico.
Mucho pueden decir de él quienes compartieron de manera cercana su trabajo, en tanto que, nosotros como simples fanáticos de Gualberto, sólo podemos limitarnos a manifestar que fue un grande de la canción romántica de México.