Por Pedro García
Más le vale a Morena arreglar sus pleitos internos antes del arranque del año electoral porque si los desencuentros se prolongan hasta el 2021 su imagen quedará dañada con un saldo indeseable, para los morenistas, por la sencilla razón de que los ciudadanos dan pocos votos a los partidos que llegan divididos.
Por lo menos así lo reseña la historia político electoral.
El presidente López Obrador ya tiene marcados sus nudillos en la tribuna de la Conferencia Mañanera de tanto “tocar madera” para que no retornen al poder sus rivales, especialmente los conservadores, así denominados por él o los neoliberales atracadores, igualmente calificados.
El Presidente también ha advertido a los dirigentes de Morena que hagan las cosas con transparencia porque de lo contrario él podría abandonar el barco, donde la noticia para el creador del Movimiento es que la nave está a la deriva, sin timón ni timonel.
La elección victoriosa del 2018 que arrojó un gran poder de Morena en el cargo de la Presidencia y en el Congreso de la Unión fue resultado de la gran campaña realizada por el ahora jefe de la Nación, cifrada en las amplias simpatías sembradas durante muchos años, cosechada en una histórica votación de respaldo con más de 30 millones de sufragios.
Pero ese acontecimiento ya pasó. Rumbo al 2021, cuando se renovará el Congreso de la Unión la historia puede ser diferente toda vez del desgaste natural que ocurre con el ejercicio del poder, y aún más, si el partido mayoritario se desgaste conforme a lo arriba estipulado en esta entrega editorial.
Otro factor a considerar es que la elección intermedia tendrá que ver más con las fuerzas regionales donde partidos como el PRI y PAN mantienen gran arraigo, conservan fidelidades en sus bases electorales, lo cual es fácil de advertir, por ejemplo, en los congresos de los estados.
Entonces, Morena tiene que cuidar sus decisiones de frente a los comicios locales, estructurarse como partido, construir un rostro propio no zurcido –como un frankestein- con partes ajenas al pensamiento obradorista y la 4T, y con ello presentarse a los comicios locales con una fuerza más o menos ponderada a lo que hizo su líder: AMLO, el 2018.