El cuadro de Nerón observando las antorchas humanas de cristianos, hecho por Henryk Siemiradzki, me ha hecho meditar por mucho tiempo en lo que me parece que representa la otra cara de la moneda de ser sal de la tierra y luz del mundo.
¿A quién no le gusta darle sabor a las reuniones o llevar los asuntos al punto de madurez exacta; quién no quiere brillar en la oscuridad y/o tener un resplandor que atraiga a todos?
Muchas maravillas de Egipto se construyeron sobre la espalda de los hebreos que entre más los oprimían, más se multiplicaban, y donde el valor de varias mujeres, desafiaron
el decreto de Faraón de exterminar a todos los varones.
Las parteras Sifra y Fúa, Jocabed y Miriam (también conocida como María) e incluso la misma hija de Faraón pusieron sus vidas para ser una luz en medio de las tinieblas.
Los primeros cristianos, literalmente como antorchas en los tiempos de Nerón, o como atracciones del circo romano, los apóstoles martirizados y todos los primeros seguidores, vieron los cielos abiertos como Esteban y alumbraron el mundo con su fe, mientras eran consumidos porque la luz ciega a los que se benefician de la oscuridad.
La sal no debe perder su sabor, o será desechada, y la luz no debe esconderse, debe ponerse en alto, aunque sea rechazada, aunque duela.
Si has visto la luz, no te escondas, ¡sé la luz!
¿Crees esto? Habla con Dios, lee la Biblia y descúbrelo. Solo la Verdad te hará verdaderamente libre.
Ex. 1 | Lc. 11:33 | Mt. 5:13-16 | Hch. 7:54-60 | Jn 8:12
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