Gerson Gómez
En el club de periodistas de la ciudad de México le conocimos. Aun la época de fracturas internas en el PRD. La Nueva Izquierda de Jesús Ortega, Zambrano y Naranjo de adueñó de la estructura del partido.
Los desplazados, Andrés Manuel, Encinas, Ifigenia Martínez y Porfirio Muñoz Ledo, ya habían acordado hacer frente en los tribunales. Nueva Izquierda le debía ya a Vicente Fox y a Felipe Calderón del PAN, los enrutes hacia la conducción del partido político.
Porfirio Muñoz Ledo, atento, generoso y paciente, se acercó al escuchar el acento de nuestra entonación. Nuevo León.
De entrada, Muñoz Ledo, habló de su amigo y compadre Lucas de la Garza. A quien tratamos algunas ocasiones en la casa del cónsul para asuntos culturales de los Estados Unidos de América.
En esas reuniones la sobremesa heroica. Mauricio Fernández Garza aplicando el humor empresarial con Lucas de la Garza. Nosotros, solo pensando en la experiencia de los interlocutores.
Monterrey, corrijo, San Pedro Garza García, es un pañuelo. Donde los priistas, panistas y los renegados, todos hijos de la alcurnia, no de la necesidad, negocian, planean y hasta se van de vacaciones, cacería y demás minucias.
En la asociación de periodistas de la Ciudad de México, Porfirio Muñoz Ledo lanzó la frase más contundente, además de las versiones en cada presídium, fórum y puesto como en la ONU.
Hijo predilecto de la inteligencia, sin la necesidad de comportarse como barbaján. En todo el norte del país no existe la izquierda.
Tenía razón. Es un tabú. Aún se les considera rojillos. Revoltosos. Incendia camiones y hasta invasores de tierras.
Muñoz Ledo, con su porte de siempre, en sábado por la tarde, nos dio la mano y se despidió. Me saludan a Lucas cuando lo vean.
Así lo hicimos.