Gerson Gómez
Para una idea futura de México o Nuevo León, la senadora Indira Kempis, no cabe ni está en la agenda, para militar en el Casino de Monterrey o en el Campestre.
Ya topó en el giro de su máxima posibilidad. La realidad de mujer, egresada del ITESM con beca, foránea avecindada en Monterrey, impostura de activista social, joven de rasgos indígenas y acomplejada por quienes le han desplazado.
Si eligieran un personaje para la presidencia, el senado, la diputación local o federal, la votación se movería hacía la Secretaria de Participación Social, la doctora Ximena Peredo.
Lo harían por su presencia física, ambas formadas por el sistema tecnológico. Becadas, pseudo feministas, activistas de causas norteñas y muy, pero muy contradictorias.
Copadas por Movimiento Ciudadano. Alimentadas de la mano de Samuel García y de la insípida presencia del cacique Dante Delgado.
Indira o Ximena resultan la llamarada desechable. Sus actividades previas en la organización de marchas desquiciantes o como interlocutoras en los anteriores sexenios, le dieron el impulso, el relumbrón de los cometas, de las estrellas antes de colapsar.
Kempis no es intelectual. Tampoco es académica. Queda a deber en el escaño del senado. Mejoró sus outfits. Suavizo la colorimetría de sus rasgos fuertes. La diversión de Indira o de Ximena, la broma, ya ha llegado demasiado lejos.
Indira debe apegarse a la línea. Bajar del pináculo del marido blanco. Su consejero como centro de operaciones interminables.
De ser la burla de sus compañeros de bancada. No sucederá el fenómeno de la Juárez morelense. No es invitada al baile de las princesas. Ni en el campestre, ni en el casino de Monterrey.