sáb. Dic 14th, 2024

Gerson Gómez Salas

Todos los días tenemos cuidado. Desde el garaje observamos para ambos lados de la calle. La soledad de quienes ya están en labores. El ladrido de los canes. Tres veces por semana suena la campana de la basura.

Ya no existe en el barrio el policía vecinal. Tampoco el vehículo vw comprado con la coperacha de los vecinos. Los elementos destacamentados los mudaron a la estación sur.

La parte sur de Monterrey, de proximidad al ITESM, la habitan en las zonas residenciales, personas de la tercera edad. Revive solo el fin de semana. A la visita de los hijos de la dispersión urbana y los nietos enfebrecidos con los dispositivos móviles.

Aun así, cada noche suenan las balaceras en lo alto de los cerros. Nutridas. Como sinfonía para recordar quienes son los verdaderos dueños de la urbe.

No necesitan de patentes o de permisos. Imponen la ley a su manera. Pandilleros no existen. O jalaban para las células del hampa o se despidieron del espejismo llamado vida.

Traumatizar a los niños. No. Ellos ya saben como y donde guarecerse. Incluso hasta canciones de serenidad para la locura.

Así vivimos cada segundo. Aplicar el claxon resulta suicida. Tal vez quien va delante es de la maña. Va en friega, comisionado a misión. Mejor no moverle. Hacer el desentendido. Aquí nadie ve nada. Ni siquiera el vuelo de una mosca.

Los indicadores, ah, esa numerología, va en aumento. Si lo duda pregunte a cualquier vecino. Ellos le darán santo y seña de la triste realidad. Jamás el triunfalismo rampante de los gobernantes.

Por Admin

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *