Gerson Gómez Salas
Quien no tranza no avanza. Quien no miente no asciende. Por ello muchas de las estimaciones financieras son falsas. Todo proyecto gubernamental lleva sobreprecio. Este es el árbol torcido. Los proyectistas, los ingenieros, los capataces, los arquitectos lo hacen. Sus patrones saben el tamaño del moche.
Eso mantiene bien aceitada la maquinaria del progreso.
La industria tradicional recurre a sus departamentos de selección humana. El conocido de un conocido aplica. Los recomendados desplazan a los aplicantes sin palanca. Eso también es corrupción. Luego el detallito. El regalo. La botella de licor o la cena en el lugar de lujo.
Nada es casualidad. Nada de esto es error.
Midot, la empresa multinacional de origen hebreo menciona a Colombia, Perú y México, en ese orden, en la contaminación de datos para la contratación de personal.
En nuestros tres países, los postulantes no solventan la prueba de fuego. Se desmoronan las hojas de vida. Llegan al grado de enviar suplentes a los exámenes psicométricos en línea.
Los nuevos indicadores del INEGI nos dicen como el 65 por ciento de varones y el 35 de damas, de la juventud, está ingresando al plano laboral.
Ejercicio sano el cruzar la información de ambos lados. Conocer de viva voz no solo a quien se autoemplea, al artesano o al taxista. También a los profesionistas egresados de nuestras universidades. A quienes los progenitores les heredaron la plaza.
Colombia, Perú y México ponen el ejemplo malo. También gobiernos locales, estatales y federales deficientes, corruptos y tramposos.