En Oaxaca, los maestros mezcaleros libran una lucha diaria por mantener viva una tradición que ahora está en peligro de desaparecer debido a plagas ocasionadas por los monocultivos, implementos químicos que empobrecen la tierra, falta de agua con los cambios climáticos, saturación del mercado, y criterios laxos para la obtención de denominaciones de origen dentro de México y fuera de el que amenazan con desdibujar su identidad.
Las cifras no mienten. En 2023, la producción de mezcal registró un decremento del 13.60%, respecto al año anterior, según el Consejo Mexicano Regulador de la Calidad del Mezcal (COMERCAM). Además, la categoría de mezcal ancestral representó apenas el 0.35% de la producción total, reflejando su limitada participación en el mercado.
Insectos barrenadores y la pudri ok ción seca comprometen las cosechas de agave en algunas regiones. A esto se suman las prácticas agrícolas que se concentran en una sola especie vegetal y el uso intensivo de químicos, que desequilibran los ecosistemas, erosionan el suelo y ponen en riesgo la sostenibilidad de la industria.
“Nosotros nadamos como siempre a contracorriente. En 15 años nos han ofrecido maquilar cientos de proyectos, pero preferimos mantenernos fieles a nuestra esencia: poco mezcal pero auténtico, sin químicos ni herbicidas y con magueyes maduros”, afirma Gonzalo Martínez Serna, representante de Los Macurichos, una familia de mezcaleros de Oaxaca que se ha convertido en símbolo de resistencia y resiliencia.
Además, la denominación de origen del mezcal, pensada para proteger su autenticidad, enfrenta serias inconsistencias, pues, aunque debería garantizar que el producto respete la tradición y los procesos ancestrales, en muchos casos se otorga sin cumplir estos estándares. El mezcal, dice Martínez, como muchos otros rubros en el país, no se escapa de la corrupción.
A pesar de estas adversidades, la familia de Los Macurichos sigue apostando por su pasión. “No basta con que un pueblo en la sierra produzca mezcal; tiene que haber una historia detrás, una conexión con la tierra y con los ancestros”, añade Gonzalo.