mié. Abr 9th, 2025

Raúl Guajardo Cantú 

Una de las prioridades de nuestros políticos es hacer leyes o emitir decretos, parece que creen que basta con hacerlo para que la realidad cambie, pero luego los mismos que las aprobaron o emitieron, buscan la forma de sacarle la vuelta a la legislación.

Como si las leyes y reglamentos no fueran de observancia obligatoria, entienden las leyes como si su cumplimiento fuera optativo, o motivo de negociación, con todo respeto, las entienden como si fueran llamadas a misa, se lanzan al aire y responde el que desea asistir.

Ese es un gran problema que tenemos, no solo en Nuevo León, sino en todo el país, ya ve las reformas constitucionales para elegir al Poder Judicial, ahora los mismos que aprobaron la ley respectiva desean pasar por encima de ella acusando al INE de una interpretación errónea.

Es un problema cultural que se resuelve con educación, pero no con clases en las escuelas, sino con el ejemplo cotidiano en la vida real, desde aquel que respeta los señalamientos de tránsito, quien deja de tirar basura en vía pública hasta quien respeta la Constitución.

En alguna ocasión un gran escritor mexicano aseguró que se debería contratar policías y agentes de tránsito alemanes para que hicieran cumplir la ley, como si el problema solo estuviera en las autoridades, pero esa es otra historia.

Hace unos días criticamos que el problema de la contaminación se quisiera reducir al de la polución producida por los vehículos automotores, cuando hay muchos otros factores que la hacen más grave, como ciertas empresas.

Pues bien, luego de señalar restricciones para el paso de vehículos pesados por el área metropolitana, tráileres, ahora resulta que las autoridades declaran que no aplicarán dichas medidas y los transportistas quieren que el decreto correspondiente sea derogado.

Lo dicho, parecen las leyes, y en general toda reglamentación, llamadas a misa: responde el que quiere y cuando quiere.

En realidad, nos parece que el problema, insistimos, es cultural, estamos acostumbrados a que el cumplimiento de la ley es opcional, que se aplica a los otros, no a nosotros, eso por lo que respecta a los ciudadanos, pero por parte de las autoridades, parece que consideran que primero hay que hacer las leyes y después ya se verán sus consecuencias, es decir, no piensan en lo que estas representan ni en las repercusiones que traerán consigo.

Parte del problema que tenemos, además de la cultura, consiste en que como ciudadanos no tenemos mecanismos para exigir a los funcionarios que cumplan con sus deberes. Una vez que llegan al puesto casi no requieren ni siquiera rendir cuentas o dicen que ya cumplieron y no existe forma de rebatirlos.

Consideramos que es ya tiempo de que eso cambie, es tiempo de que los funcionarios deban rendir cuentas ante los ciudadanos y no ante un difuso “pueblo” cuya voluntad se expresa por boca de los propios funcionarios quienes se asumen como los verdaderos intérpretes de su voluntad.

Es tiempo ya de que seamos nosotros quienes verdaderamente gobernemos y no aquellos que ven en las leyes un puñado de buenos deseos y consideran que deben aplicarse “en los bueyes de sus compadres”.

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