Óscar Tamez Rodríguez
El concepto de 4T significa cuarta transformación en referencia a los tres momentos previos de la vida independiente en los cuales se formó y transformó México.
AMLO asumía que su presidencia era el inicio de una nueva transformación renovadora y reorganizadora del rumbo en el país. Sí reorganiza y transforma al sistema político mexicano, pero no en el sentido de las anteriores tres transformaciones. La 4T contrasta, destruye mucho de lo logrado en los tres movimientos político-social previos.
La primera gran transformación fue la independencia nacional alcanzada finalmente en 1824 luego de la transición iniciada por el golpe de Estado con Agustín de Iturbide y concluida con la promulgación de la Constitución del 4 de octubre.
En esa transformación del sistema político se transita de ser una colonia del reino español a una monarquía semiconstitucional con un primer emperador mexicano pretendiendo un imperio absolutista, de ahí hasta llegar al constituyente que aprueba el sistema político republicano, presidencialista, democrático, representativo y federal.
En el logro de la primera gran transformación, abandonamos el absolutismo, se queda atrás la idea de una monarquía constitucionalista y la nación alcanza una democracia presidencial dentro de la república.
Aquí se sientan las bases del constitucionalismo y de los procesos democráticos en el país, se incluyen las reglas que limitan y acotan a los presidentes y con ello se evita el absolutismo tan arraigado en las esferas de poder durante el siglo XIX.
Luego de la inestabilidad frente a los cacicazgos y caudillismos imperantes entre 1825 y 1860, se pone en ejercicio la segunda transformación, la comandada por Benito Juárez y el grupo de liberales quienes le acompañaron.
Con el plan de Ayutla de 1854 y hasta 1867 se sientan las bases para la segunda transformación misma que se concreta en las reformas constitucionales de 1857 a 1860; aquí el país se define como república democrática, representativa, presidencialista y semifederal.
La lucha por extinguir el fantasma de la monarquía, del absolutismo y de los metapoderes ejercidos por las oligarquías de la iglesia, el ejército y los grupos económicos se alcanza con la muerte de Maximiliano de Habsburgo en 1867.
Sin monarquistas en la lucha política, los liberales restauran la república democrática, representativa, liberal, con sentido de igualdad política, social y jurídica (al menos en la Constitución). Se le conoce como el surgimiento de las instituciones porque “nadie por sobre la Constitución”, con ello combaten al absolutismo, los totalitarismos y las dictaduras. Lejos estaba el final de la lucha por un México justo, libre y con igualdades sociales y políticas.
En 1910 inicia la tercera transformación, la que nace por abatir la dictadura e implantar la democracia, fueron siete años para emitir una Constitución reformada con sentido social y tres más para acabar con la lucha armada generalizada en el país.
En cada una de las transformaciones hubo un villano, Iturbide y su ambición de poder; Santa Anna, los monarquistas y Maximiliano en la segunda; Porfirio Díaz y su casta en la tercera. Todos con un común denominador: aniquilar el republicanismo democrático.
La 4T busca una Constitución a modo, acotar la división de poderes, controlar la democracia, acotar el federalismo y las libertades, así como manipular la representatividad legislativa. Esto aquí y en cualquier sitio es contrario al ideario de las primeras 3T. La 4T se asemeja más a los antagónicos de las anteriores transformaciones.
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