jue. Dic 26th, 2024
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Reconstruir casas, intervenir parques e iglesias y levantar arcos va más allá de sólo mejorar el entorno urbano, contribuye a la cohesión social, fomenta la colaboración y tiende redes de apoyo que posibilitan nuevos caminos para el desarrollo de una comunidad.

Cuando las personas se unen para rehabilitar espacios públicos logran algo más que colocar ladrillos: se comparten objetivos y normas en favor del bien común. Así ocurrió en Jojutla, una ciudad de Morelos que quedó prácticamente destruida tras el sismo de 2017.

Sin embargo, fue precisamente, la cohesión social lo que permitió que las comunidades salieran adelante.

“Para las familias que habían perdido su vivienda, la rehabilitación de los espacios públicos que esencial. Algunos los consideraban refugio, y muchas mujeres, incluso, comenzaron a reunirse allí para compartir sus preocupaciones y necesidades. Sin planearlo, se organizaron y actuaron. Así nacen Huachinela, Ixtli y Pankalli, tres cooperativas creadas por y para mujeres que ejemplifican cómo la rehabilitación del espacio público detona un círculo virtuoso de colaboración”, afirma José Roberto Lagunes, Gerente de Procuración de Fondos y Comunicación de Fundación Hogares.

Huachinela se especializa en la fabricación de calzado artesanal, Ixtli en la creación de bolsas tejidas y Pankalli en la panadería. Estos espacios permiten a las mujeres ofrecer empleo y capacitación a otras mujeres, fortaleciendo su independencia económica y generando redes de apoyo. Han creado un ambiente colaborativo que mejora la calidad de vida de las vecinas y sus familias.

Tras el sismo de 2017, que golpeó al centro y sur de México, Jojutla vivió uno de los momentos más difíciles de su historia. El terremoto dejó al municipio en ruinas: casas, edificios y comercios quedaron derrumbados, y cientos de familias perdieron todo. Sin embargo, la tragedia también sacó a flote una increíble fortaleza comunitaria que, con ayuda de voluntarios y organizaciones, poco a poco, comenzó un esfuerzo de reconstrucción, que no solo buscaba levantar casas, sino restaurar el sentido de pertenencia y esperanza de la gente.

“Gracias a los donativos del Infonavit —principalmente— y organizaciones como Fundación ADO, Fundación Banorte, Nacional Monte de Piedad y Tecnológico de Monterrey, entre otras, que sumaron cerca de 220 millones de pesos, Fundación Hogares llevó a cabo un proyecto de reconstrucción enfocado en la rehabilitación física de espacios públicos y en el fortalecimiento de la cohesión comunitaria”, dice Roberto Lagunes.

El experto explicó que este donativo se destinó a la regeneración urbana ligada a la recuperación social. De manera que, además de intervenir los espacios se dio atención, contención, apoyo psicológico y ejercicios para la gestión emocional. Además, con el remanente, se construyeron 60 viviendas para las personas que más lo necesitaban.

Este enfoque es parte de un programa de contingencias de la Fundación, que se basa en tres ejes de acción: regeneración social, reconstrucción de espacios públicos y reactivación económica. Cada uno de estos elementos está interconectado y contribuye al bienestar de una comunidad.

“Desde el principio, Fundación Hogares entendió que la recuperación no solo implicaba construir o restaurar edificios, sino que también era importante fortalecer el aspecto social en Jojutla. Por ello, nuestros esfuerzos se centraron también en el diagnóstico y acompañamiento comunitario y la organización vecinal. De esta manera, la comunidad se unió y en el proceso, encontraron soluciones conjuntas”, narra Lagunes. Jojutla años después

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