Padre José Manuel Guerrero Noyola
Amigos, millones de pobres sobreviven con menos de un dólar al día, y esas multitudes viven esperando que alguien venga y les haga justicia, alguien que los salve, que los libere y que les anime a luchar por sus derechos.
Los cristianos creemos que “Dios ha constituido como Señor y Mesías” a JESUS (Hch 2,36), y al llamarle Mesías, afirmamos que en él ha tenido cumplimiento una larga esperanza de Israel: la aparición de un salvador, en sus diversas comprensiones: Como Rey, como sumo sacerdote, como profeta y como siervo sufriente. Dicha salvación que ofrece JESUS es histórica, porque implica salvar a un pueblo oprimido y pobre, que espera pacientemente al rey justo que impartirá justicia, defenderá al débil y logrará la reconciliación y la fraternidad, trayendo el perdón de los pecados y la salvación. Jesús es el Reino de Dios en persona (auto-basileia tou Theou). Él es el Mesías que ha traído el Reino de Dios como una buena noticia de salvación liberadora para los pobres (Lc 4, 18; Mt 11, 5). El Dios del reino es el Dios de los pobres, solidario con ellos y con su causa. Dios es “Padre de huérfanos, protector de viudas” (Sal 68, 6) y EL Goel de Israel (Is 41, 14), porque defiende al pobre. También en los evangelios aparece este amor de Dios hacia los pobres económicos (Lc 6, 20-26) y hacia los pobres sociales, en la defensa que hace JESUS de los pecadores y de los publicanos (Lc 15, 7.10)3″. De este modo, los pobres son un lugar teológico, el sacramento privilegiado de la presencia de Dios y el espacio preferente para acceder y encontrarse con él. Los pobres no sólo sufren, sino que además luchan y esperan. Si su pobreza es signo de que el reino de Dios todaví¬a no es realidad entre nosotros, su lucha esperanzada es signo de que ya está presente. Dios está en los pobres no sólo sufriendo misteriosamente con ellos, sino también reclamando y suscitando un futuro nuevo que busca la superación de toda opresión. Y así¬, el Dios de Jesús es, para los pobres, Dios ánimo, Dios esperanza, Dios liberador, que interviene salví¬ficamente en la historia, estableciendo la justicia y el derecho de los pobres. La situación de los pobres era comparada a la muerte, y a su lamentable situación no se le podía llamar Vida, porque estaban prácticamente “muertos”. El verdadero Dios es el garante de la vida humana. Todo lo que injustamente amenaza la vida del hombre, y más concretamente del pobre, es un atentado contra el Dios de Jesús. “Gloria Dei, vivens homo”, decí¬a Ireneo de Lyon. Monseñor Arnulfo Romero, obispo mártir de El Salvador, hizo una concreción significativa de esa verdad, cuando dijo: “Gloria Dei, vivens pauper”.
Estas esperanzas mesiánicas, sociales y políticas, están presentes en todos los pueblos, en los cuales, se quiere que cese la esclavitud y haya libertad, que cesen las guerras y haya paz, que cese la represión y haya justicia; en definitiva, que cese la muerte y haya vida… Esperanzas históricas y populares, a las que el Mesías dará cumplimiento a favor de los pobres que esperan al “rey justo” de Isaías, al mesías que hará justicia a huérfanos y viudas, al Salvador que hará brotar el Reino de Dios en medio de ellos, como Mesías que asume sus esperanzas. Jesús, efectivamente, no quiso ser un mesías político ni mucho menos rey, ni usó el poder político, no quiere esto decir que no quiso configurar la “polis” y que no usase de algún poder para ello, aunque éste no fuese el poder político, ni militar, sino el poder de la verdad (anuncio de la utopía del reino), el poder del amor (con sus concreciones de misericordia y justicia) y el poder del testimonio (su fidelidad hasta la cruz). Hay que volver a Jesús y a su relación esencial con el reino de Dios, y desde ahí comprender su mesianismo.
Hace tiempo, Enrique Krauze, llamo al actual presidente mexicano “Mesías tropical”, como para señalar los peligros de posibles paternalismos y populismos en sentido despectivo, de alguien que para gobernar afirma decidido “primero los pobres”, refiriéndose a esa inmensa multitud de ciudadanos que están esperando el surgimiento de líderes con corazón de carne, no de piedra, que les dé esperanza y les ofrezca caminos de vida. Y tal vez, muchos de sus seguidores pobres lo perciben realmente como un “Mesías-liberador” que los rescatará de los males que padecen, y “los salvará” porque lo perciben con “un mesías” que decidido esta en dar la vida por ellos. Me atrevo a aseverar que, tal vez, el mismo presidente se percibe también como alguien cuya misión es salvar al pueblo, levantar a los pobres, hacerles justicia social y rescatarlos del mal. Tan es así, que incluso pudiera ser que su contagio de covid-19, favorecerá su popularidad y el pueblo sentirá que su presidente sufre con ellos y padece lo mismo que padece su pueblo. A diferencia “del Canallin”, por ejemplo, cuyo reciente acercamiento al mundo pobre y rural, más bien causa la burla y los memes del populacho, porque difícilmente será percibido como un “liberador-mesías”, que ha vivido la opresión, que ha sido excluido, que se ha enfrentado al poder imperial y que sigue luchando dispuesto a dar la vida por su pueblo.
Realmente, Andrés Manuel pertenece al sector que conserva el apoyo popular pase lo que pase y ejerce un gran liderazgo en medio del pueblo pobre que necesita ser liberado y que sufre llorando lo que el sufre, de la misma manera, que celebra sus triunfos como propios. Hay entre ellos (Amlo y el pueblo pobre) una relación tan profunda que difícilmente se rompe, independientemente de que si Andrés Manuel es bueno o mal presidente, o de la descomposición de los partidos políticos, entre ellos Morena. Hay ahí un mesianismo natural, bueno y positivo, que perciben los pobres como una esperanza que no pueden desaprovechar. Ese pueblo pobre fue el que, masivamente y de forma pacífica, lo llevo al poder; ese pueblo sencillo es el que lo defiende a capa y espada, y ese pueblo es el que lo sostiene en el poder, a pesar de las argucias y de las traiciones de sus enemigos. AMLO ha dicho públicamente que él es cristiano porque sigue las enseñanzas del redentor; por eso, pudiera ser que en muchas de sus acciones sigue el ejemplo de JESUS, que durante su vida pública tuvo una predilección especial por los más vulnerables. Y en ese sentido “su mesianismo” tendría un sentido positivo porque incluye la caridad cristiana desde el ejercicio político, desde la búsqueda del bien común y desde la justicia para los más maltratados de la sociedad.
Ojalá todos asumiéramos roles mesiánicos que favorecieran a los descartados de entre nosotros y valientemente lucháramos por la justicia, por el medio ambiente, los derechos humanos y por la paz, desde todas las trincheras posibles. Y ojalá, como JESUS, todos nos encarnáramos en medio de los pobres, para servirlos y amarlos, como lo hizo Monseñor Romero, que no solo dio la Buena Noticia del Evangelio, sino que el mismo fue una Buena Noticia para todo su pueblo, siendo ejemplo claro de compromiso mesiánico cristiano.
Soy el Padre Guerrero y esta es mi humilde opinión.