mar. Oct 8th, 2024

Óscar Tamez Rodríguez
Los sistemas modernos del mundo occidental basan su estabilidad en dos fortalezas: que el Estado conserve el sentido republicano y que la democracia sea la forma para definir los gobiernos y las acciones de impacto público.
La conjunción de republicanismo con democracia garantiza que no haya tiranos, dictadores, emperadores, o regímenes totalitarios donde, quien detenta el poder está por sobre todo y todos.
El republicanismo se basa en dos grandes aspectos: la supremacía de la ley por sobre las personas, instituciones y todo acto; aunado a la división de poderes donde la representación popular elabora las leyes, un individuo procura que se cumplan esas leyes y otro cuerpo colegiado vigila que no haya desvíos en su aplicación, sancionando cuando así sucede. La división de poderes garantiza equilibrio, autonomía, independencia y contiene los excesos de uno sólo de los poderes.
Observando cómo se ha violentado por décadas la vida republicana en el país, encuentro que una forma de evitar el sometimiento de los otros poderes ante el ejecutivo se logra al evitar que el gobernante tenga control sobre las designaciones en la representación popular y el poder judicial.
Una república puede organizar sus instituciones de gobierno de diversas formas, puede ser mediante un sistema democrático o monárquico. Para ello existen democracias y no democracia, es decir, en el mundo donde aplica esta forma de organizar el gobierno y las instituciones públicas, existen al menos 30 formas de democracia, la mexicana es una de ellas.
No se trata de que, en cada país exista una forma de democracia, sino que la mexicana tiene una forma de organización donde toma elementos de otras, conformando una democracia ecléctica.
Cuando hablamos de monarquías evitemos pensar en ellas como en las que leemos de los siglos XVIII y XIX, sino en las monarquías constitucionalistas donde el rey es jefe del Estado, pero existe un jefe de las instituciones de gobierno, éste último sí es electo, como sucede con Reino Unido y España, por citar dos casos.
En todas las repúblicas se instituye como forma de gobierno interior a la democracia, es decir, habiendo separación de poderes, se eligen a los representantes populares y al jefe de las instituciones de gobierno mediante un consenso surgido desde una elección donde ganan las mayorías.
La democracia dominada por mayorías demostró ser excluyente y por tal ineficiente en muchas naciones, entre ellas la mexicana pues la amplia pluralidad social, cultural y económica, obliga a otorgar voz y voto en las decisiones públicas a los grupos minoritarios, sobre todo, en la representación popular. Así tenemos cuotas para mujeres, personas de pueblos originarios, ciudadanos con discapacidad, representantes de la diversidad sexual o de las juventudes; seguramente muy pronto crecerá la necesidad de incluir a otras minorías.
Regresemos a la república democrática mexicana. En su sistema para elegir los poderes públicos (legislativo, ejecutivo y judicial) favorece el empoderamiento del poder ejecutivo sobre los otros dos, ello porque es un régimen presidencialista en donde el presidente posee metapoderes que en ocasiones le permiten situarse por sobre la Constitución y las instituciones de gobierno, quedando impune al hacerlo.
Lo mismo que hace fuerte al Estado mexicano (su republicanismo democrático) es lo que le deja en vulnerabilidad. La división de poderes y la supremacía de la Constitución están sometidas a los vientos del poder en turno y eso abre la puerta a los tiranos democráticos.

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