jue. Oct 3rd, 2024


Óscar Tamez Rodríguez
En la columna “Política e Historia” previa se habló de la “democradura”, concepto acuñado por Pierre Rosanvallon y donde explica cómo, desde el seno de la democracia surgen las dictaduras soportadas en la aprobación popular para operar impunemente.
Rosanvallon no es el primero en escribir sobre las deformaciones de la democracia. Desde tiempos de la democracia directa en Grecia, hace más de dos mil años, se cuestionaban a las formas de gobierno y que de no operar en forma favorable para la sociedad, se podían degenerar.
Históricamente la democracia ha sido señalada por el peligro que representan la demagogia y el populismo como formas de manipulación a un pueblo inculto, desconocedor de la cosa pública y desinteresado por apatía, desengaño, miseria u otros factores que disocian a la cosa pública con el interés del ciudadano cotidiano.
Con todo, es lo mejor que tenemos en las formas de gobierno, por ello se debe trabajar en blindarla de las demagogias y los populismos, a la vez que involucra al ciudadano con la cosa pública, haciéndole ver que es sobre su beneficio o perjuicio que operan los gobiernos si los ciudadanos los dejamos maniobrar impunemente.
Primero Platón y luego Aristóteles hicieron críticas a la democracia como forma de gobierno, visto a nuestro tiempo puede ser entendible que la cuestionaran, sin embargo, su argumento sigue vigente pues los populismos basados en el pueblo terminan operando contra éste.
Entre 200 y 118 aC, Polibio, historiador y pensador griego estableció una jerarquización sobre las formas de gobierno y las agrupó en positivas y negativas; siendo las primeras en ese orden: monarquía, aristocracia y democracia; las negativas: tiranía, oligarquía y oclocracia.
La democracia para Polibio era la peor de las mejores formas de gobierno; explica lo difícil que representa organizar al pueblo informado en las decisiones públicas y que termina opinando en desconocimiento.
Para Polibio, el pueblo al ser una masa manipulable por razones culturales, intelectuales, económicas y sociales, es difícil que sus decisiones sean lo mejor para el pueblo mismo, que al ser inducidos por un demagogo, el pueblo puede votar acciones contra sí mismo.
La deformación en las decisiones democráticas la llamó “oclocracia” es decir, las decisiones de una masa desinformada. Lo más grave es que esa oclocracia termina por aceptar gobiernos tiránicos.
Giovanni Sartori, especialista italiano a fines del siglo XX le llamó “masacaracia” a la deformación de la democracia. La masacracia es el gobierno de la masa constituido como “pueblo” asumiendo decisiones públicas en desconocimiento y bajo la manipulación de los demagogos y populistas.
Como se puede observar, los pensadores de la democracia concluyen que un pueblo desinformado se convierte en masa, en una turba manipulable quien puede decidir contra sí mismo y termina por empoderar a un tirano.
La solución no es sencilla ni inmediata. Si se quiere salvar la democracia en México, es tiempo que se trabaje con el pueblo en su desarrollo intelectual, cultural, económico y social. De lo contrario seguirá siendo rehén de los caudillos populistas y demagogos.
La historia del siglo XX y XXI ofrece evidencias que nuestro pueblo no ha madurado para vivir en democracia, en el mejor de los casos hemos tenido aristocracias denominadas por algunos como “partidocracias”.
Es tiempo de pensar en el empoderamiento real del pueblo, que comprenda cómo los populismos traen mayores males y engendran dictadores quienes no distinguen entre pueblo bueno y sabio o pueblo a secas.

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