vie. Jul 26th, 2024

Cosas del Tony

Por: Antonio Sánchez R.

No conozco ninguna guerra que se haya distinguido por su “limpieza”, sino más bien por todo lo contrario. Las condiciones en que se desenvuelven los combatientes son, por lo regular, insalubres. Hay cualquier cosa, menos limpieza y mientras más duración tenga el conflicto armado, las condiciones son peores.

Aun en la actualidad, tiempos en los que se supone que existen grandes avances en todos los aspectos, los conflictos armados siguen siendo bastante desaseados, convirtiéndose incluso en verdaderos focos de insalubridad, en zonas de riesgo en los que la propagación de diversas enfermedades no es descartable.

Actualmente, en cualquier conflicto político en el que se haga uso de determinada estrategia en la que alguno de los protagonistas sea “golpeada” mediáticamente, se habla de “guerra sucia”, término que, por las razones más arriba expuestas, resulta semánticamente equivocado.

Pero, más allá de analizar lo semánticamente incorrecto del uso del término “guerra sucia”, lo que se pretende es establecer qué tan recomendable es, y hasta qué punto, la utilización de cierto tipo de información para atacar, denostar o desprestigiar a un rival.

De antemano les diremos que, cuando se exagera en señalar continuamente el lado negativo de cierto candidato o candidata, el efecto suele ser, por lo regular, contrario a lo que se pretende, convirtiéndose en un arma tan peligrosa como un boomerang, que puede regresar y golpear a quien lo haya lanzado.

Ejemplos para ilustrar esto sobran, pues existen casos muy cercanos en los que la supuesta víctima terminó convirtiéndose en mártir y ganador de alguna contienda electoral, pues la gente, condoliéndose de él, decidió darle su voto y su confianza y rechazando a quien promovía los aspectos negativos de su o sus rivales.

Aquí en Nuevo León, el caso de Fernando Elizondo Barragán contra Rodrigo Medina de la Cruz es más que ilustrativo de lo que ocurre cuando se juega sucio, cuando se pone más atención en lo que ha hecho o podría hacer el rival, en lugar de promover los propósitos y propuestas propios.

La campaña mostraba un panorama bastante parejo y la balanza podía haberse inclinado para cualquier lado, pero existía la percepción de que quien llevaba una ligera ventaja era Elizondo, sobre un joven Medina, quien tenía sobre sí la sombra de su “padrino”, José Natividad González Parás.

Y cuando todo mundo pensaba que Fernando Elizondo se enfilaba hacia una victoria sin problemas, empezó a gestarse una campaña negativa en contra de Rodrigo. Fue en verdad una campaña atosigante, en la que incluso se exageró en ciertos aspectos y fue eso mismo, la exageración, lo que provocó una reacción contraria en el electorado.

La campaña “negra” o “guerra sucia” se convirtió en un poderoso boomerang que golpeó en plena cara a Elizondo y en las urnas le dio un triunfo por una amplia diferencia a Rodrigo Medina de la Cruz, quien tendría un sexenio bastante agitado y no menos cuestionado. Pero lo interesante de esto es ver cómo, cuándo y a quién se le ocurrió la “ingeniosa” idea de ventilar trapos sucios cuando se tenía todo a favor. La verdad, eso nunca lo entendí.

En este proceso electoral, estamos viendo cómo la exhibición de situaciones negativas de los candidatos se ha convertido en la principal estrategia de casi todos. El golpeteo se da a todos los niveles, desde las alcaldías y hasta la mismísima silla presidencial.

Se presume de que estas serán las elecciones más grandes de la historia de nuestro país, pero podríamos decir, sin equivocarnos, que serán también las más sucias, no sólo por todo lo negativo que se ha exhibido, sino porque serán las elecciones en las que la parte oficial más ha metido la mano, sin que las autoridades electorales hayan hecho nada hasta ahora.

¿Lo duda? Nunca, como hasta ahora, un presidente de la república había estado tan involucrado en una elección y, a nivel local, jamás un gobernador se había auto impuesto un “horario de trabajo”, para poder hacer proselitismo en favor de su esposa candidata a la alcaldía de la ciudad capital del estado que “gobierna”. ¡Para Ripley!

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