sáb. Oct 5th, 2024


Charlas de taberna
Marcos H. Valerio

En la vida de Miguel Mejía Barón, el Estadio Olímpico Universitario no es solo un recinto deportivo, sino un hogar que ha sido testigo de su trayectoria, un testimonio vivo del club que tanto ama. Desde sus años como estudiante de Odontología y canterano, hasta convertirse en uno de los personajes más emblemáticos del fútbol mexicano, su historia está entrelazada con la de los Pumas, ese equipo que lleva 70 años llenando de orgullo a la Universidad Nacional Autónoma de México.

“Me acuerdo que cuando Pumas ascendió de Segunda División, yo me salí de la facultad con mi hermano y nos fuimos al estadio. Alguien nos ayudó a entrar y ahí vi el ascenso del equipo. Así es el destino”, recuerda Mejía Barón, evocando los primeros pasos de un equipo que marcaría su vida.

Ese momento fue solo el comienzo. Mejía Barón, conocido por su lealtad y devoción, ha dedicado décadas a la institución. “Lealtad significa un gran sentimiento, un compromiso inquebrantable. Aprender a querer el lugar que te ha cobijado. Hoy, a mis 80 años, sigo aquí trabajando, lo menos que puedo tener es lealtad a la institución”, expresa con orgullo.

El camino de Mejía Barón ha sido multifacético: secretario técnico, entrenador, director deportivo y mentor. Ha pasado por casi todos los roles posibles dentro del club. Como médico de profesión, trabajaba por las tardes en su consultorio mientras en las mañanas servía al equipo.

“Creo que no hacía tan mal las cosas”, comenta entre risas, recordando la época en la que combinaba su carrera profesional con su pasión por el fútbol. Mejía Barón representa el espíritu universitario que siempre ha buscado un equilibrio entre el deporte y la educación.

Su vínculo con la cantera, esa fábrica de talentos que es el corazón de los Pumas, ha sido fundamental. Durante su gestión, ayudó a moldear a generaciones de futbolistas que no solo brillaron en el campo, sino que llevaron consigo los valores de la UNAM: humildad, disciplina y esfuerzo.

“Sería lo ideal que los canteranos pudieran tener esa misma ilusión de cumplir con una carrera, como lo hice yo”, comenta, dejando en claro que el fútbol y los estudios son parte de una misma misión formativa.

Cada estrella en el escudo de los Pumas ha sido izada bajo su mirada. Mejía Barón ha estado ahí, viviendo cada triunfo y cada derrota, siempre con el compromiso de mejorar. En su gestión como entrenador, llevó al equipo a la gloria en 1991, cuando los Pumas ganaron el campeonato de liga, un logro que sigue siendo uno de los momentos más icónicos en la historia del club.

La creación del equipo femenil de los Pumas hace siete años es otro punto de orgullo para Mejía Barón. Ver cómo las mujeres han roto barreras en un deporte históricamente dominado por hombres es un reflejo del avance no solo del club, sino de la sociedad. “El Techo de Cristal se está rompiendo, y nuestras jugadoras están cumpliendo sus sueños con la misma garra que sus compañeros”, afirma con admiración.

Hoy, mientras los Pumas celebran 70 años de historia, Mejía Barón sigue siendo parte de la institución que ha definido su vida. Su legado no es solo el de un hombre que dedicó su carrera al club, sino el de un verdadero universitario que encarna los valores de la UNAM en cada paso que ha dado.

“Ser de Pumas es más que seguir a un equipo”, dice Mejía Barón con emoción. “Es entender que somos una familia, una comunidad que lucha, que cae y se levanta, siempre con la frente en alto”. A sus 80 años, sigue siendo ese pilar que, como él mismo describe, se mantiene leal a la causa.

¿Cómo no te voy a querer, Pumas? es su grito, el mismo que sigue retumbando en cada rincón del Estadio Olímpico Universitario.

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