Gersón Gómez Salas
Regresamos a donde hemos sido felices. En los días mozos. Viajes al interior de la provincia. Campamentos con fogatas. Mensajes kilométricos sobre el amor divino. Jóvenes y señoritas. Quedantes y pretendientes.
Torneos de futbol exprés. Género epistolar para confesar intensiones de noviazgo. Cristo rompe las cadenas. Cristo da seguridad. Las cabañas fueron antiguos gallineros. El milagro de la multiplicación de los alimentos.
En la semana santa donde comían 300 lo hacíamos 500. Koinonia de paz. Siempre la última noche lanzan la red salvacionista. Encontrar nuevos apostolados. En esos parajes yermos la utopía. Venimos a ser la sal del mundo.
Crujen las ramas de mesquite al carbonizarse. El cielo estrellado habla de la plenitud del cosmos. Los coyotes, cascabeles y almas afines a unos pasos del arroyo El Encadenado.
Mañana temprano desandaremos lo aprendido. Quizá dure semana y media el vendaval de emociones.
Cristo irá a la cruz y resucitará al tercer día. Las mujeres vestirán de blanco. Los varones apenas recordaran esos romances. Rebosa el cesto de ropa sucia. Huele a campo. Al rocío de la mañana o al sudor de la tarde.
Abandonamos el hospital casi tres semanas desde el ingreso. Agradecidos por la montañas de plegarias. Desde comunidades ecuménicas, neopaganos bien intencionados y amistades de toda la vida.
De camino al auto, el taxista de base con la peor prepotencia, la del mafioso de central obrera, hace descender al usuario.
Ni modo. Aquí no puedes trabajar. Lo graba como si estuviera omitiendo algún código laboral o un poder extralimitado. Bájate y llégale.
Ahí nos está viendo el delegado de la sección. Esto es exclusivo. Al usuario sumiso le queda la única opción de obedecer la arenga del mafioso.
Eso me recuerda, la podredumbre. El sabor de nuestros labios. Es veneno para las enfermedades oportunistas.
También para la vida. Todo continua como lo dejé. Incluso las masacres en bares, los levantones y los desaparecidos. Bendita postmodernidad. Como se llame esta basura.